“Alégrense y llénense de gozo”
Evangelio: Lucas
6, 17,20-26
En la lectura del Evangelio de esta semana,
Jesús
continúa su ministerio público
en Galilea y sus alrededores. Jesús ha encontrado una llanura, donde se ha
reunido una gran multitud de personas. La gente ha viajado hasta ese lugar
desde tan lejos como Tiro, en Sidón, y también desde la ciudad santa de Jerusalén, unos 145 kilómetros al sur. La multitud ha
sido atraída a Jesús, el sanador. La gente está tratando de tocarlo para que su
poder curativo pueda sanarlos. Pero el objetivo de Jesús no es la curación de
la gente, sino enseñar. Y la enseñanza de este momento en muy importante porqué
es el programa de vida del discípulo. Jesús no realiza tal discurso en la
sinagoga, en un lugar sagrado, sino al aire libre, donde se vive, dónde se
trabaja, donde se sufre.
Jesús pronuncia este discurso después de
haber estado en oración toda la noche: “…se
retiró a una montaña para orar, y pasó toda
la noche en oración con Dios. Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos y
eligió a doce de ellos, a los que dio el nombre de Apóstoles”. Solamente después de la elección de los
discípulos inicia este hermoso discurso llamado de “la
llanura” (o mas bien conocido como las Bienaventuranzas).
¿En qué consisten estas palabras pronunciada
por Jesús? Es un discurso catequético; Jesús estaría haciendo una catequesis a sus
discípulos.
Jesús piensa
y vive desde el mundo de los pobres y piensa y vive desde ese mundo para
liberarlos. Así debemos entender el mensaje de hoy. Es en el mundo de los
pobres, de los que lloran, de los perseguidos por la justicia, donde Dios se
revela. Y lógicamente, Dios no quiere, ni puede revelarse en el mundo de los
ricos, de poder, de la ignominia. El Reino que Jesús anuncia es así de
escandaloso. No dice que tenemos que ser pobres y debemos vivir su miseria
eternamente. Quiere decir, sencillamente, que si con alguien está Dios inequívocamente
es en el mundo de aquellos que los poderosos han maltratado, perseguido,
calumniado y empobrecido.
Es
por este motivo que para San Francisco de Asís, estas palabras de Jesús son
iluminadoras e liberadoras, tanto que él mismo compone unas “Admoniciones” que toman su inspiración en estas
Bienaventuranzas, pero con un toque particular, dando énfasis a la “pobreza de espíritu”, es decir la pobreza
interior.
La pobreza interior es y será el núcleo y eje central de toda ascesis
franciscana, de todo el ser y actuar franciscano: vivir «sine proprio», sin nada propio. Y esto quiere decir pura y simplemente:
no yo, nada para mí; Dios, sólo Dios, todo para Dios, él es la única riqueza a saciedad. Renunciar a todo, en el
sentido de desprendernos, abandonar todo, incluso a nosotros mismos;
desapropiarnos de nuestros deseos, exigencias y pretensiones; no apropiarnos de
nada ni retener nada para nosotros mismos.
Las palabras de Jesús y las de nuestro San
Francisco nos invitan al desprendimiento de todo y al mismo tiempo mostrar por las obras los bienes de Dios. San
Francisco indica con toda claridad que lo decisivo en el Reino de Dios no
consiste en hablar piadosamente, sino en hacer lo que debemos, respondiendo al
don de Dios. Por tanto, no olvidemos nunca que para nosotros, discípulos de Jesús,
nuestro actuar, nuestra vida, son más decisivos que las palabras bonitas.
Si quieres conocer mas las admoniciones de San Francisco de Asís, la puede encontrar en este enlace:
http://www.fratefrancesco.org/escr/148.adm.htm
P. Fabrizio RESTANTE OFMCONV.
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