viernes, 11 de febrero de 2022

6° Domingo T.O. - Año C.

“Alégrense y llénense de gozo”

Evangelio: Lucas 6, 17,20-26

 

En la lectura del Evangelio de esta semana, Jesús continúa su ministerio público en Galilea y sus alrededores. Jesús ha encontrado una llanura, donde se ha reunido una gran multitud de personas. La gente ha viajado hasta ese lugar desde tan lejos como Tiro, en Sidón, y también desde la ciudad santa de Jerusalén, unos 145 kilómetros al sur. La multitud ha sido atraída a Jesús, el sanador. La gente está tratando de tocarlo para que su poder curativo pueda sanarlos. Pero el objetivo de Jesús no es la curación de la gente, sino enseñar. Y la enseñanza de este momento en muy importante porqué es el programa de vida del discípulo. Jesús no realiza tal discurso en la sinagoga, en un lugar sagrado, sino al aire libre, donde se vive, dónde se trabaja, donde se sufre.

Jesús pronuncia este discurso después de haber estado en oración toda la noche: “…se retiró a una montaña para orar, y pasó toda la noche en oración con Dios. Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos y eligió a doce de ellos, a los que dio el nombre de Apóstoles”. Solamente después de la elección de los discípulos inicia este hermoso discurso llamado de “la llanura” (o mas bien conocido como las Bienaventuranzas).

¿En qué consisten estas palabras pronunciada por Jesús? Es un discurso catequético; Jesús estaría haciendo una catequesis a sus discípulos.

Jesús piensa y vive desde el mundo de los pobres y piensa y vive desde ese mundo para liberarlos. Así debemos entender el mensaje de hoy. Es en el mundo de los pobres, de los que lloran, de los perseguidos por la justicia, donde Dios se revela. Y lógicamente, Dios no quiere, ni puede revelarse en el mundo de los ricos, de poder, de la ignominia. El Reino que Jesús anuncia es así de escandaloso. No dice que tenemos que ser pobres y debemos vivir su miseria eternamente. Quiere decir, sencillamente, que si con alguien está Dios inequívocamente es en el mundo de aquellos que los poderosos han maltratado, perseguido, calumniado y empobrecido.

 

Es por este motivo que para San Francisco de Asís, estas palabras de Jesús son iluminadoras e liberadoras, tanto que él mismo compone unas “Admoniciones” que toman su inspiración en estas Bienaventuranzas, pero con un toque particular, dando énfasis a la “pobreza de espíritu”, es decir la pobreza interior.

La pobreza interior es y será el núcleo y eje central de toda ascesis franciscana, de todo el ser y actuar franciscano: vivir «sine proprio», sin nada propio. Y esto quiere decir pura y simplemente: no yo, nada para mí; Dios, sólo Dios, todo para Dios, él es la única riqueza a saciedad. Renunciar a todo, en el sentido de desprendernos, abandonar todo, incluso a nosotros mismos; desapropiarnos de nuestros deseos, exigencias y pretensiones; no apropiarnos de nada ni retener nada para nosotros mismos.

Las palabras de Jesús y las de nuestro San Francisco nos invitan al desprendimiento de todo y al mismo tiempo mostrar por las obras los bienes de Dios. San Francisco indica con toda claridad que lo decisivo en el Reino de Dios no consiste en hablar piadosamente, sino en hacer lo que debemos, respondiendo al don de Dios. Por tanto, no olvidemos nunca que para nosotros, discípulos de Jesús, nuestro actuar, nuestra vida, son más decisivos que las palabras bonitas.

Si quieres conocer mas las admoniciones de San Francisco de Asís, la puede encontrar en este enlace:

http://www.fratefrancesco.org/escr/148.adm.htm

 

P. Fabrizio RESTANTE OFMCONV. 


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