¡No quedará piedra sobre piedra!
Lucas 21, 25 – 28. 34 – 36.
Con este primer domingo del tiempo de Adviento iniciamos un nuevo año
litúrgico, una ocasión de gracia que Dios nos ofrece en la Iglesia
presentándonos sus misterios de salvación, para que sigamos en nuestro camino
confiando siempre el Él. Durante este año litúrgico iremos siguiendo la lectura
del evangelio de Lucas, un evangelista seducido por la misericordia de Jesús
antes los pobres y los pecadores, un evangelista que nos muestra la figura de
María como la primera discípula obediente a la Palabra, y nos presenta a Jesús
recorriendo su camino de entrega hacia Jerusalén. El tiempo de Adviento nos
sitúa frente al hecho de que la fe no es el recuerdo de un ilustre personaje de
la historia, pero que ahora está ausente porque su tiempo ya pasó; sino que es
la actitud esperanzada en Aquel que está presente y actuando en la historia y
que viene para llevarla a su plenitud.
El texto del evangelio de este domingo es parte del así llamado
“discurso escatológico” (Lc 21,5-36). Este discurso está presentado como
respuesta de Jesús a una pregunta de los discípulos. Ante la belleza y grandeza
del templo de la ciudad de Jerusalén, Jesús había dicho. “¡no quedará piedra sobre piedra! (21, 5-6). Los discípulos querían
que Jesús les diese más informaciones sobre esta destrucción del templo y
pedían: “¿Cuándo sucederá esto, Maestro,
y cuáles serán los señales de que estas cosas están a punto de suceder?
La comunidad del tiempo de Lucas (año 85) a causa de la destrucción de
Jerusalén (año 70), frente a los desastres, guerras y persecuciones de los
cristianos pensaba que el fin del mundo estaba acerca, por esto la preocupación
principal del discurso escatológico es el de ayudar a los discípulos a
discernir los signos de los tiempos para no ser engañados por las
conversaciones de la gente sobre el fin del mundo.
Los fenómenos cósmicos en el sol, la luna, las estrellas, el fragor del
mar y de las olas que a primera vista suscitan angustias y terror en la gente,
más allá de su apariencia negativa, son imágenes cósmicas que sugieren algo
positivo, es decir el comienzo de la nueva creación que sustituirá la antigua
creación, son señales que introducen la manifestación del Hijo de Dios, el
comienzo de nuevos tiempos. Lo que nos dice el texto es que Jesucristo es el
Señor y Vencedor de toda la historia, es el único absoluto y que permanece para
siempre, mientras que aún lo que parece más estable en este mundo (el sol y las
estrellas) no lo es. Sólo Jesucristo es Señor y su victoria está más allá de
todo lo que ocurre en la historia.
El evangelista Lucas dice: “Cuando
comience a suceder esto, tengan ánimo y levanten la cabeza, porque está por
llegarle la liberación”. Esta afirmación indica que el objetivo del
discurso no es el de causar miedo, sino sembrar esperanza y alegría en el
pueblo que estaba sufriendo por causa de la persecución. Las palabras de Jesús
ayudaban las comunidades a leer los hechos con una mirada de esperanza.
El texto luego termina con los consejos que Jesús da a la gente, de modo
que siempre estén atentos: evitar lo que pueda turbar y endurecer el corazón
(disipaciones, borracheras y afanes de la vida); orar siempre pidiendo fuerza
para continuar, esperando en pie la venida del Hijo del Hombre. No se trata de
una espera pasiva, lo propio es la vigilancia, la atención a los signos de los
tiempos.
Con este anuncio del triunfo de Jesucristo, de su venida para la
salvación de la historia, y con este llamado a la vigilancia, comenzamos
nuestro Adviento. La esperanza del cristiano no se funda en actitudes
psicológicas de optimismo o de pesimismo frente a lo que ocurre en el mundo,
sino que se funda en el triunfo de Jesucristo como plenitud del plan de amor de
Dios para toda su creación.
¡Buen camino de
Adviento a todos!
Fray Fabio
MAZZINI OFMConv.