XVII domingo del T.O. año A.
Evangelio: Mt 13, 44-53
![]() |
San Francisco, mirando hacia Santa Maria de Los Angeles - Portiuncula (San Damían). |
En el Evangelio de hoy, Mt 13,
44-53, una vez más, Jesús habla del reino de los cielos, o del reino de Dios.
En este caso el Reino es comparado con dos objetos sumamente valiosos: un
tesoro escondido y una perla fina. El comienzo de la conversión de una persona coincide con el
momento en cual sus propios sueños, es decir las riquezas antiguas,
se transforman o pobres riquezas, como le llamaba San Francisco de Asís.
El encuentro con los leprosos produjo algo especial en San
Francisco, rompiendo el
rechazo a los caídos y a los que sufren, poniéndose a atenderles. Aumenta su
sensibilidad ante las necesidades de los hombres. Ve ahí a Cristo. Se da cuenta
de que el señorío de Cristo es distinto del señorío feudal mundano. Y
por eso, un día, tomó una gran cantidad de dinero y se dirigió al hospital de
leprosos. Reuniéndolos a todos, dio la limosna a cada uno de ellos al tiempo
que les besaba la mano. Así es como se muestra Francisco, rechazando la
sociedad urbana de la época, que omitía a una gran cantidad de marginados como
enfermos y pobres. En los leprosos, Francisco había finalmente encontrado el
tesoro escondido, la perla fina, el reino de Dios.
![]() |
San Francisco, lava a un leproso (Rivotorto - Asis) |
Es curioso como Jesús siempre
utiliza parábolas para hablar del reino de Dios:
una realidad presente y escondida, pero que una vez descubierta cambia
profundamente la vida de la persona: lo vende todo, lo deja todo por
el tesoro descubierto o la perla de gran valor. La llegada o el descubrimiento
del reino de Dios pide un cambio profundo. Por un lado se trata de dejarse
transformar y, por otro, de una decisión personal para construir la vida tal y
como la quiere Dios.
Jesús nos propone un estilo de vida en consonancia con la voluntad de Dios: Es una conversión
personal que no se queda en el individuo, sino que lleva a una nueva forma de
vivir y comportarse en la familia, con los vecinos, en el trabajo, en la
comunidad, en la sociedad. Hoy como ayer, quienes se deciden a
entrar en la dinámica del Reino de Dios, experimentan la Vida en abundancia.
Por eso quien encuentra este tesoro, lo vende todo, pues la fuerza salvadora de
Dios ya está actuando en medio de nosotros.
El mismo San Francisco, otro
día, pasando cerca de Asís, entró en la capilla de San Damián, y arrodillado
ante la imagen de Cristo, suplicó «Señor, ¿qué quieres que haga?», a lo que Él
contestó «Francisco,
ve y repara mi Iglesia.» ¡Y cuantas
reparaciones hay que hacer a la Iglesia de Dios en Chile! ¡Él necesita tus
manos!
¡Paz y Bien!
Fray Irinel
Dobos OFM Conv.
No hay comentarios:
Publicar un comentario