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"Los discípulos fueron a Galilea, ala montaña donde Jesús los había citado" |
Con la fiesta
de la Ascensión termina prácticamente la Pascua. En el texto del evangelio que
la liturgia nos propone (Mateo 28,16-20), Jesús cita a sus discípulos a
presentarse a Galilea en la
montaña. Se trata de volver a Galilea donde todo
comenzó (Mt 4,12), donde los discípulos oyeron la primera llamada (Mt 4,15) y donde
Jesús prometió reunirlos de nuevo, después de la resurrección, “allí me verán”
(Mt 26,31). Será el último encuentro de
Jesús resucitado con los discípulos. Y en este último encuentro, los discípulos
ya no son doce sino once. Eso nos recuerda de la traición de Judas. Once es número
imperfecto porque los doce discípulos se relacionan con los doce hijos de Judá
y las doce tribus de Israel. Aún así, Jesús usa tal número
“imperfecto” para hacer su obra. Jesús resucitado se acerca a ellos y,
ellos se postraron ante él y algunos tienen todavía duda pero aceptaron la invitación.
La
imperfección y la duda son condiciones humanos y de cada uno de nosotros. Los primeros cristianos
tuvieron mucha dificultad a la hora de creer en la Resurrección. Los evangelistas
insisten en contarnos que dudaron mucho y que fueron incrédulos frente a la
Resurrección de Jesús como explicitó apóstol Tomás en el evangelio según San
Juan 20,25. La fe en la Resurrección fue fruto de un
proceso lento y difícil, pero acabó por imponerse como la más grande certeza de
los cristianos (1Cor 15,3-34). Quizás
entonces, Jesús acercándose a ellos para calmar la duda de algunos de ellos.
Fueron a la montaña donde Jesús los había citado. En la biblia, la
montaña es un lugar privilegiado para Dios para revelar su voluntad. Es allí
que Jesús revela también a sus discípulos que él ha recibido del Padre el pleno
poder no solo sobre el mundo terreno sino también sobre el mundo celestial. Y en virtud de ese dominio cósmico, el Señor resucitado puede
confiar a sus discípulos una misión que tiene un alcance universal. “VAYAN, entonces, y hagan que todos los
pueblos sean mis discípulos, BAUTIZÁNDOLOS
en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo y ENSEÑÁNDOLES a cumplir todo lo que yo les he mandado”(19-20). Esto mandato misionero va acompañado de una
promesa: “Yo
estoy con ustedes hasta el fin del mundo” (20b). Jesús estará presente en medio de sus discípulos
hasta el fin de los tiempos. Su nombre es Emanuel, el “Dios con nosotros” (Mateo
1,23).
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¡Oh, Alto y Glorioso Dios, ilumina las tinieblas de mi corazón! |
La regla de vida de
los Hermanos Menores, dice San Francisco de Asís es “observar el Santo evangelio de nuestro Señor
Jesucristo”. Para abrazar a
esta Regla de vida no es necesario ser perfecto. En primer paso, tienes que
solo escuchar en tu interior su invitación. Y si tienes duda de tu vocación o de
lo que quieres hacer en tu vida, con San Francisco de Asís puedes rezar:
¡Oh, alto y glorioso Dios,
Ilumina las tinieblas de mi
corazón.
Dame fe recta, esperanza
cierta,
Caridad perfecta, sentido y
conocimiento, Señor;
Para que cumpla tu santo y
veraz mandamiento!
La invitación de Jesús “VAYAN, BAUTICEN, ENSEÑEN a
cumplir todo lo que yo les he mandado” vale para ti, para mí y para todos nosotros. ¿Y qué dices, te atreves a responder a esa invitación? ¡Jesús te invita a participar en si MISIÓN!
¡Qué el Señor te dé su PAZ y BIEN!
Fray Jack GINTING
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