¡Aleluya. Cristo, nuestra Pascua, ha sido inmolado,
Celebremos, entonces, nuestra Pascua. Aleluya!
Evangelio según San Juan 20, 1-9
En el texto evangélico
de este domingo de Pascua de Resurrección el evangelista Juan, por medio
de la visita de los discípulos al sepulcro vacío y de la aparición a María
Magdalena, trata de comunicar a los lectores de su evangelio el sentido de la fe
en la resurrección. Para el cuarto evangelista la resurrección de
Jesús es el momento decisivo del proceso de su glorificación que pasa a través
de la pasión y muerte, y Juan no la describe con las formas espectaculares de
los otros tres evangelios, para él la vida del Resucitado es una realidad que
se impone sin ruido y se realiza en silencio, en la potencia discreta e
irresistible del Espíritu. Jesús es el gran protagonista de la narración, pero
no aparece ya como persona."Todavía no habían comprendido que, según la Escritura,
Él debía resucitar de entre los muertos!"
El hecho de la fe cristiana acontece “el
primer día de la semana”, que en adelante se llamará el Día del Señor o domingo, se anuncia “cuando
todavía estaba oscuro” y la primera destinataria es María Magdalena, la
mujer que tuvo el valor de quedarse con Jesús hasta la hora de su muerte en la
cruz. María viendo que la puerta del sepulcro había sido sacada va a buscar a
Pedro a la casa que era el punto de apoyo de los apóstoles, y él junto al
Discípulo Amado, que la tradición identifica con Juan, corren hacia al
sepulcro.
Aquí el evangelio nos comunica algo extraño: el discípulo amado corría más rápido que Pedro y llegó primero al sepulcro, vio las vendas en el suelo, pero no entró, parece que quiere dar prioridad al testimonio de Pedro que llegando miró adentro, vio las vendas en el suelo y el sudario enrollado en otro lugar a parte. Luego entró también el discípulo amado, vio lo mismo de Pedro, pero el evangelio solo de él dice que “vio y creyó” mientras no nos dice nada de la reacción de Pedro que por primero había entrado en el sepulcro, y casi a justificar esto el texto del evangelio termina con la frase “Todavía no habían comprendido que, según la Escritura, Él debía resucitar de entre los muertos”.
Pareciera que en
esta mañana de Pascua en nuestro mundo todo sigue igual… Sin embargo en la fe celebramos el acontecimiento
más novedoso y transformante de toda la historia: Jesús, el Crucificado, ha
resucitado; es el vencedor del pecado y de la muerte, Vencedor de todo lo que
destruye la vida de los hombres. ¡Es el Señor de toda la creación! Y no nos dejemos engañar por las apariencias de que todo
sigue igual, y ahora parecería aún peor con esta pandemia, porque en la resurrección de Jesús toda la
creación queda abierta a su destino de plenitud en Dios. Plenitud que ya
está actuando en nuestro mundo pues, come dice el apóstol Pablo en la segunda
lectura de hoy, “hermanos, ya que ustedes han resucitado con Cristo, busquen los bienes
del cielo”.
La búsqueda diaria de estos bienes haga sí que
nuestra vida de discípulos pueda ser un anuncio gozoso y agradecido de las maravillas
de Dios en este mundo tan herido y necesitado de esperanza.
Fray
Fabio MAZZINI OFMConv.
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