jueves, 25 de febrero de 2021

II Domingo de Cuaresma, Año B.

¡Este es mi Hijo querido, Escúchenlo!

Evangelio: Mc 9, 2-10

“Seis días más tarde tomó Jesús a Pedro, a Santiago y a Juan y se los llevó aparte a una montaña elevada” (Mc 9,2). ¿Que había pasado? A que se refiere Marcos cuando nos dice que Jesús toma a Pedro, a Santiago y a Juan ¿para llevarlos a una montaña?

Seis días antes Jesús estaba con sus discípulos y “empezó a explicarle que el Hijo del Hombre tenía que padecer mucho, ser rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los letrados, sufrir la muerte y después de tres días resucitar” (Mc 8,31).



Jesús está en camino hacia Jerusalén donde sabe que será entregado y condenado a muerte, por eso quiere preparar sus discípulos. Desde tiempo Pedro, Santiago y Juan estaban con Jesús, fueron sus primeros discípulos, habían escuchado sus palabras,  visto a llamar otros discípulos, sanar enfermos, calmar a la tempestad, liberar endemoniados, enseñar a través de Parábolas, dar de comer a cuatro mil, pero todavía no lo conocían plenamente, todavía no habían comprendido que significaba ser discípulo de Jesús.

Por eso Jesús quiere llevarlos aparte a una montaña, necesitaba un tiempo solo con ellos, un tiempo de intimidad para ayudarlos en sus procesos de fe. En el Tabor, como en el Jordán, el Padre nos revela la identidad de Jesús: “¡Este es mi Hijo querido, Escúchenlo!” (Mc 9,7). Jesús es el Hijo querido y como discípulos tenemos que escucharlo, tenemos que estar con Él, necesitamos de momentos de intimidad y oración.



Francisco la sabía muy bien, Francisco sabía que Jesús es el Hijo querido y que tenemos que escucharlo, por eso él vivía tres cuaresma en lugares aislado como Alvernia o otros eremitorios franciscanos. La cuaresma por Francisco era un tiempo para estar solo con Dios, un tiempo de oración para escuchar a Dios.

Nosotros difícilmente tenemos la posibilidad de aislarnos y vivir unos días de retiro y oración, pero podemos tomarnos unos espacios para estar con Dios, para escuchar con más atención que quiere decirnos. El tiempo de cuaresma puede ser la ocasión para tomarnos este espacio. Francisco fue un hombre contemplativo, un enamorado de Cristo, Francisco no era solo un hombre que rezaba, sino, como dice su biógrafo Tomás de Celano, un “hombre hecho oración”. La presencia de Dios lo transfigura, por eso supo amar a los últimos y también enfrentar enfermedades y tribulaciones.

 

Fray Matteo MARTINELLI OFMConv.

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