viernes, 4 de septiembre de 2020

Un desafío interesante: ¿ganar o perder a un hermano?

Domingo XXIII,Año - A.

Mateo 18,15-20. 


La llegada de Jesús en la tierra cambia totalmente la relación del hombre con su projimo, también del hombre con Dios. Jesús vino a buscar y a salvar lo que estaba perdido, le dice a Zaqueo. En la primera parte del capitulo 18, el evangelista Mateo habla de los pequeños de la comunidad, de los pecadores que Dios ama y, dando el ejemplo del pastor preocupado por su oveja pedida, Jesús dice: Del mismo modo, el Padre del cielo no quiere que se pierda ni uno solo de estos pequeños (Mt 18,14).

            Si en la ley antigua el que cometía un error contra su projimo estaba castigado duramente, en la nueva ley, la ley del amor, donde el Maestro Jesús dice: “Ámense, así como yo los he amado” (Jn 13,34), las cosas cambian radicalmente. No se trata de castigar, sino de “ganar al proprio hermano”. Jesús en el Evangelio de hoy nos ofrece la solución salvadora y sanadora en las situaciónes de conflicto, dónde la persona no se cierra en sí misma, al contrario trata de salvar al que hizo el mal.

Es interesante que la iniciativa de resolver el conflicto tiene que ser tomada por la persona ofendida: “Si tu hermano te ofende, ve y llámale la atención a solas” (Mt 18,15). ¡Cuánta delicadeza y atención se necesita para que el ofendido pueda hablar con calma, sin “pagar con la misma moneda”! Mas facil sería hacerse la victima, decir a todos cuánto mal nos ha hecho, pero así perderíamos la ocasión de “ganar al hermano”.

San Francisco de Asís con su experiencia nos enseña cómo transformar un enemigo en un amigo y hermano. En las “Florecillas de san Francisco” se cuenta que en la localidad Gubbio un lobo ferroz destrozaba los rebaños e infundía terror entre los habitantes. Francisco lo busca y lo admonesta diciendo: “¡Ven aquí, hermano lobo! Yo te mando, de parte de Cristo, que no hagas daño ni a mí ni a nadie”. El lobo lo escuchó “y siguió viviendo dos años en Gubbio; entraba mansamente en las casas de puerta en puerta, sin causar mal a nadie y sin recibirlo de ninguno. La gente lo alimentaba cortésmente…” (Florecillas XXI)


Conocido por todos como hombre de paz, Francisco escribe en su “Carta a un ministro” estas palabras: Con esto reconoceré que amas al Señor, y que me amas a mí, su servidor y el tuyo: si cualquier hermano del mundo, después de haber pecado cuanto es posible pecar, puede encontrarse con tu mirada, pedir tu perdón e irse perdonado. Si no te pide perdón, pregúntale tú si quiere ser perdonado. Y aunque después de esto pecara mil veces contra ti, ámale todavía más de lo que me amas a mí, y todo ello para llevarlo al Señor”.

En este mundo tan lleno de tensiónes, de violencia, también de matrato y abusos, tenemos siempre la ocasión de perder para siempre un hermano con nuestra actitud dura, de juicio, o de “ganarlo” y salvarlo de su maldad y darle otra oportunidad, si sabemos tratarlo con amor.

                                                                                  Hno Augustín Budau

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