viernes, 28 de mayo de 2021

Solemnidad de la SSma. Trinidad - Año B.

El Señor es Dios -allá arriba, en el cielo, y aquí abajo, en la tierra- y no hay otro.

Deuteronomio 4, 32-34. 39-40

 

¿Recuerdo algún momento de mi vida en que me he maravillado, me he emocionado y he agradecido a Dios? ¡Detente un instante y reflexiona, contempla!

A veces perdemos la memoria de cuanto Dios realiza en nosotros y caemos en la queja, en la amargura y en el desaliento. También el pueblo de Israel, en el Antiguo Testamento, reacciona de la misma manera: Dios realiza maravillas “¿sucedió alguna vez algo tan admirable o se oyó una cosa semejante?”: el pueblo se olvida y se lamenta… siempre. Sin embargo Dios no le da la espalda sino viene en su ayuda. Lo que Dios ha hecho con el pueblo de Israel hoy lo hace con nosotros, y es absolutamente único e inaudito. ¿Seré capaz de reconocerlo?

Dios habló al pueblo de Israel desde el fuego: ¿De dónde me habla hoy a mí? Dios liberó al pueblo de la opresión y de la esclavitud. ¿De cuáles situaciones de esclavitud quiere librarme?

La primera lectura de este domingo, Solemnidad de la Santísima Trinidad, destaca que todo lo experimentó el pueblo de Israel, para que supiera que el Señor Dios es el “único Dios y no hay otro”. Es una afirmación bien clara del Antiguo Testamento sobre la unicidad de Dios. ¿El Señor Dios para mi es único y verdadero a quién puedo recurrir y adorar, o tengo “otros dioses” a quien acudir y seguir?

 


El misterio de la Santísima Trinidad es el misterio del Amor de Dios con su pueblo, es la “pasión” que Dios tiene para cada uno de nosotros. Somos un pueblo consagrado al él, somos "especialmente suyos”; por eso Dios se estremece y siempre busca la forma para llegar a nosotros.

¿Cómo San Francisco vivió este misterio y descubre el amor de Dios Trinidad en su vida? Él entra en el misterio de la Trinidad el día en que descubre a Cristo. Él es una ilustración viviente de la promesa del mismo Jesús: «Si alguno me ama, guardará mi Palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada en él» (Jn. 14,23). Para san Francisco, seguir las huellas de Nuestro Señor Jesucristo, es seguir las huellas del Hijo animado por el Espíritu y completamente orientado hacia el Padre.

Francisco no sabe teorizar. Es visual y práctico. Toma el libro del santo Evangelio. Se abisma en la liturgia de la Iglesia. Escucha al Hijo único. Mira la Palabra que es un rostro... y descubre con su corazón la Trinidad viviente.

Desde su conversión y la acogida de sus primeros compañeros hasta su configuración corporal con su Señor en el monte Alvernia recibiendo los estigmas, su existencia se desarrolla en un clima trinitario. Francisco concibió y vivió su vida evangélica como una larga marcha hacia Dios Trinidad.

En esta hermosa oración podemos apreciar el amor de san Francisco a Dios Trinidad: «Omnipotente, eterno, justo y misericordioso Dios, concédenos por ti mismo a nosotros, miserables, hacer lo que sabemos que quieres y querer siempre lo que te agrada, a fin de que, interiormente purgados, iluminados interiormente y encendidos por el fuego del Espíritu Santo, podamos seguir las huellas de tu amado Hijo, nuestro Señor Jesucristo, y llegar, por sola tu gracia, a ti, Altísimo, que en perfecta Trinidad y en simple Unidad vives y reinas y estás revestido de gloria, Dios omnipotente, por todos los siglos de los siglos. Amén» (Carta a Toda la Orden).

 

Fray Fabrizio RESTANTE, OFMConv.


viernes, 21 de mayo de 2021

Solemnidad de Pentecostés - Año B

Ven Espíritu Santo ven, ven Espíritu de Dios 

Evangelio: Juan 20, 19-23.

 

Las lecturas de hoy nos ayudan a entrar en esta fiesta con la que termina el tiempo Pascual, comprender la venida transformadora del Espíritu Santo cincuenta días después de la Pascua.

"¡Ven, Espiritu Santo, Espiritu Creador!"

La fiesta de Pentecostés es una fiesta de plenitud, donde tenemos la oportunidad de vivir intensamente la relación existente entre la Resurrección de Cristo, su Ascensión y la venida del Espíritu Santo.

Por eso, podemos decir que, todo el tiempo de Pascua es, también, tiempo del Espíritu Santo, Espíritu que es fruto de la Pascua y desde el cual nace la Iglesia. Espíritu Santo que siempre está presente en el mundo, actúa en nosotros, inspira nuestra vida, nos transforma y nos ayuda a ser testigo de Cristo en nuestra sociedad.

Como nos cuenta la primera lectura “el día de Pentecostés, estaban todos reunidos” (Hech. 2,1) y “todos quedaron llenos del Espíritu Santo” (Hech. 2,4.)

La pluralidad de la multitud que Lucas nos presenta, nos revela que Jesús ha venido por todas las culturas y todas las naciones. El Espíritu permite, al mensaje de Jesús, la inculturación y saber reconocer los signos de los tiempos.

Como explica muy bien san Pablo “hay diversidad de dones, pero todos proceden del mismo Espíritu. Hay diversidad de ministerios, pero un solo Señor. Hay diversidad de actividades, pero es el mismo Dios el que realiza todo en todos. En cada uno el Espíritu se manifiesta para el bien común” (1Cor 12, 4-7) y también “un solo cuerpo, así también sucede con Cristo. Porque todos hemos sido bautizados en un solo Espíritu para formar un solo Cuerpo” (1Cor 12,12-13)

Pablo dice claramente que nos hay diferencias entre razas o naciones, hombres o mujeres, ricos o pobres, sino todos somos uno en Cristo por formar un solo Cuerpo porque todos somos bautizados.

También, para San Francisco de Asís, la fiesta de Pentecostés era muy importante: cuando enviaba a algunos a misionar, siempre, al despedirlos, les prefijaba el tiempo máximo de lo que debía durar el viaje, una vez terminado, todos los misioneros debían estar de vuelta en la Porciúncula. Más tarde se fijaron dos fechas del año para dicha vuelta: la fiesta de Pentecostés y la de San Miguel Arcángel (29 de septiembre). De estas dos reuniones anuales, la de Pentecostés era la más importante: “En Pentecostés se reunían todos los hermanos en Santa María y trataban de cómo observar con mayor perfección la Regla (…) San Francisco amonestaba, reprendía y daba órdenes, como mejor le parecía según el beneplácito divino. Cuanto decía de palabra, lo manifestaba en sus obras con afecto y solicitud. (…) Exhortaba con solicitud a los hermanos a que guardaran fielmente el santo Evangelio y la Regla que habían prometido” (Leyenda de los tres Compañeros n. 57)

Lucas nos dices que los discípulos estaban reunidos en oración, el Espíritu Santo viene y llena nuestra vida cuando estamos dispuestos a acogerlos y lo pedimos en la oración. El Espíritu abre las puertas que antes estaban cerradas, nos dona la paz y nos llena de alegría y a través de Él los pecados nos son perdonados.

 

 

Fray Matteo MARTINELLI OFMConv.

viernes, 14 de mayo de 2021

LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR - Año B

"…y confiesen que son cristianos."

Evangelio: Marcos     16, 15-20

 

La ascensión del Señor es una celebración difícil: ¿cómo celebrar por un ser querido que nos deja? Pero Jesús no se ha ido y está  más presente que nunca.

 La conclusión del evangelio di Marco es simple y clara. La escena de la ascensión del Resucitado cierra la narración de la Pascua y marca un nuevo comienzo. Paradójicamente, lo que parece el final, en realidad se convierte en el punto de partida. Los discípulos comienzan a contar por todas partes la historia que vivieron con el Maestro.

"Después de decirles esto, Jesús fue elevado al cielo"


"Vayan por todo el mundo y anuncien el Evangelio a toda criatura". Las últimas palabras del Señor nos permiten echar una mirada al corazón de Jesús, a su mayor pasión: dar vida a toda criatura, en cada rincón de la tierra. Y para ello elige criaturas imperfectas, con una fe frágil. Como nosotros que, con el bautismo, recibimos la misma misión de los Apóstoles: ANUNCIAR. Nada más. 

Nuestra vocación es la misión a la cual nos envía Jesús: nos pide que nos pongamos en camino para llegar a todos los hombres y mujeres, de todas las razas y culturas y ofrecerles la buena noticia. ¿Por qué? Porque tenemos un una "buena noticia" en el corazón. Algo verdaderamente nuevo, que puede cambiar la vida, abrir los corazones a la esperanza y a la alegría. Algo sin precedentes como sin precedentes es el amor de Dios, su misericordia, lo que ha hecho en Cristo Jesús.

¿Pero no es esta una misión imposible? ¿Cómo lograrlo? Unos versículos antes de este texto se recuerdan la incredulidad de los discípulos en reconocer al Resucitado. Los apóstoles eran pobre gente, sin formación para esa tarea. Precisamente aquí radica el significado de la Ascensión. Ahora el resucitado los y nos acompaña con su presencia. Y a aquellos que creen, ofrece signos claros de su acción entre ellos.

Las fuerzas del mal no podrán hacer nada contra quien anuncia a Cristo. ¿Por qué? Porque el amor vence toda maldad, toda astucia. Podremos hablar nuevos idiomas: el idioma de la fraternidad y justicia, el lenguaje de la misericordia y el perdón, el lenguaje de consuelo y solidaridad. Podremos lidiar incluso situaciones complicadas y difíciles con serenidad y sabiduría.

"Vayan por todo el mundo, anuncien la buena
noticia a toda la creación"


¿Cómo no recordar las indicaciones que Francisco de Asís sugiere en su "estatuto misionero"?: "y los hermanos que van por el mundo no promuevan disputas y controversias, sino que se sometan a toda humana criatura por Dios y confiesen que son cristianos. Cuando les parezca que agrada al Señor, anuncien la palabra de Dios para que crean en Dios omnipotente, Padre e Hijo, y Espíritu Santo, creador de todas las cosas, y en el Hijo, redentor y salvador, y para que se bauticen y hagan cristianos".(1 R 16,5 ).

Si las cosas están así, la misión no fracasará. ¡En camino, entonces!

 

Fray  Maurizio Bridio, OFMConv.

 

 

viernes, 7 de mayo de 2021

VI Domingo de Pascua - Año B.

Permanezcan en mi amor.

Evangelio: Juan 15, 9-17.

 

En el evangelio de hoy Jesús se está despidiendo de sus discípulos. Es un momento muy duro para Él, porque sabe lo que va a pasar, sabe que va a ser arrestado y crucificado, por lo que quiere pasar el poco tiempo que le queda con sus discípulos compartiendo con ellos lo más importante de su mensaje: el amor a Dios y al prójimo; “Como el Padre me amó, también yo los he amado a ustedes. Permanezcan en mi amor.”

Permanecer en el amor de Dios
es ser fiel a su llamado.


Permanezco en su amor entrando en relación con Jesús mediante la oración, haciendo memoria de los momentos donde he experimentado su amor, poniéndome al servicio del otro, viviendo plenamente la vida. No es una cosa fácil, es un camino que dura toda la vida, que tiene sus altos y bajos, pero que vale la pena ponerse a caminar, vale la pena ser cristiano, vale la pena dar la vida por Cristo. Es un camino que, vivido a fondo, te llena, te da una felicidad diferente, más duradera.

El camino es difícil, por eso es bueno ser acompañado espiritualmente por una persona, con una fe “recorrida”, que te ayude a ver con más claridad el paso de Dios en tu historia personal. ¿Soy feliz? ¿Siento que mi vida tiene un sentido? ¿Qué cosas me impiden ser feliz hoy? ¿Cuido mi vida de oración? ¿Me tomo en serio mi vida cristiana? ¿Me doy cuenta de la importancia de la oración? ¿Tengo un acompañante espiritual, alguien con quien confortar mi vida?



Permanecer en el amor de Dios es
encaminarse hacia la plenitud de la vida.

“No son ustedes los que me eligieron a mí, sino yo el que los elegí a ustedes, y los destiné para que vayan y den fruto, y ese fruto sea duradero.” Dios nos elige, nos llama por nombre a colaborar con Él, a anunciar su mensaje de amor al mundo con las palabras y sobre todo con el ejemplo de vida. Pero claro, siempre unido a Él.

Dios confía en nosotros, confía en ti para anunciarlo, para hacer de este mundo un mundo mejor. Claro, es fácil decirlo, pero ponerlo en práctica no. Para hacer esto hay que confiar en Dios, en su fuerza trasformadora, que puede y actúa en la vida de forma concreta, creer que el espíritu Santo actúa, que nos inspira, nos guía, nos ayuda. ¿Trato de poner en práctica lo que Jesús nos enseña? ¿Creo en el mensaje de Jesús? ¿Me arriesgo por Dios? ¿Estoy intentando de hacer de este mundo un mundo mejor? ¿Soy consciente que Dios confía en mí?

 

Paz y bien.

Fray Augusto URZÚA OFMConv.

sábado, 1 de mayo de 2021

V domingo de Pascua - año B.

Estar o ser conectados

Evangelio: JUAN 15,1-8

 

Como extranjero, siempre me cuesta y tengo que pensar un poco más que los demás cuando utilizo estos dos verbos en español: estar y ser. Mi duda es si hay que ¿estar conectado o ser conectado? Como caso particular, hablando de la palabra del Señor, creo que hay que “ser conectado” más que “estar conectado” como fuera una red WiFi. Según mi lógica, si trata de “ser cristiano” con norma entera y no de ser cristiano “part-time”, de ninguna manera puedes “estar cristiano”…aunque la práctica a veces demuestra el contrario.  

Podadura de la vid (del web)

Jesús, en el Evangelio de San Juan de este domingo, nos explica bien que se habla de permanecer como el sarmiento que permanece unido a la vid, nutriéndose de ella, para dar fruto abundante. Explica que Él es la vid, el Padre, el labrador y nosotros los sarmientos. Hay toda una unidad vinculada al amor. Entonces, por cuanto entiendo yo, se trata de ser cristiano conectado a la palabra del Señor todo el tiempo, no solo en algunos momentos de la vida.

La idea de la fe no permite mutación, lo que permite es conversión. La mutación es moverse o mudarse. La conversión permite que alguien se transforme en algo distinto de lo que era. Y para nosotros los creyentes, la razón de esa transformación es Cristo. Lo que Jesús nos pide es fidelidad y lealtad a su palabra, acogida y adhesión de su proyecto recreador de nuestra esperanza. Un nuevo reino de amor, justicia y paz; sin mutaciones y cambios acelerados que nos conduzcan a la inmadurez y superficialidad.

            Este domingo, después un mes desde la Pascua de los católicos, los cristianos de rito ortodoxo están festejando la fiesta de la Pascua. Para mí, un católico criado en un país donde la mayoría (más de 87% de la población) son ortodoxos, la fiesta de la Pascua estuvo siempre una alegría, pero también una pelea: ¿cuál es la religión verdadera y cuando hay que celebrar la Pascua? En otras palabras, ¿Hay que ser católico u ortodoxo para ser cristiano? Y, ¿qué hacemos con los protestantes?, ¿ellos son cristianos o no?

          

La uva lista para la vendimia.

  La respuesta a todas esta dudas es que hay que volver al esencial y buscar cual es la voluntad del Señor. Hay que permanecer como el sarmiento que permanece unido a la vid, nutriéndose de ella, para dar fruto abundante. Hay que ser parte de la vid, que es el Señor, y no estar conectado a la vid. Una vez cumplido este aspecto esencial, te das cuenta que el más importante es de celebrar realmente la Pascua, y no cuando celebrarla…y, si somos honestos, deberíamos celebrarla siempre, debemos ser cristianos “full-time” no solo en algunos momentos de la vida.

Dicho esto, ¡sean cristianos! Que todos seamos uno, ha de ser nuestra oración. Una oración confiada y siempre nueva. Una oración centrada en el Cristo de la vida y la alegría. Permanecemos en Él, permanecemos en la Vida, permanecemos en la alegría pascual. Dios pasó por nuestra vida haciéndonos copartícipes de su vida y su gracia.

 

¡Feliz  Domingo a todos!

Fray Irinel DOBOS OFMConv.

Retiro Espiritual Anual de la Delegación

Del 3 al 9 de marzo de 2024, en el Monasterio de las Monjas Trapenses de Quilvo - Curicó, se llevó a cabo el retiro espiritual anual de los ...