viernes, 24 de diciembre de 2021

Navidad, Año C.

La luz brilla en las tinieblas.

Evangelio: Juan 1, 1-18

 

¡Feliz Navidad!

En el día de Navidad se proclama el prólogo del Evangelio de Juan. Es un texto solemne, bello e intenso con el cual pareciera que Juan quisiera resumir toda su intensa experiencia con Jesús en una sola página. El prólogo quiere recordar a cada uno de nosotros que Cristo se hizo carne de nuestra carne, sangre de nuestra sangre.

Uno de los temas centrales es el de la LUZ y de las TINIEBLAS, que tiene una importancia considerable para la vida del cristiano.

En el Prólogo se dice: “En el Verbo estaba la vida y la vida era la luz de los hombres; la luz brilla en las tinieblas, pero las tinieblas no la han recibido. Llegó al mundo la luz verdadera, la que ilumina a todo hombre”.

La Palabra de Dios viene al mundo como Luz: el mundo siempre necesita de esta luz, porque está envuelto en tinieblas. Por el mundo nos referimos a la humanidad y la luz de la que hablamos es la Luz que debe iluminar profundamente la inteligencia, el corazón, la conciencia de los hombres: es la Luz de la Vida, la Luz que es la Vida.

Jesús, verdadera Luz del mundo


Cuánta oscuridad, confusión, tristeza, desesperación, cuántos miedos, desengaños, traiciones se apoderan del ser humano; todo esto lo podemos resumir en una sola palabra: oscuridad. ¡Cuántas personas andan a tientas y se agitan en el sufrimiento, la angustia, el dolor, …en la oscuridad!

Si la luz verdadera es acogida, tiene el poder de cambiar el corazón, hacerlo puro y transparente, pobre y vacío, para convertirlo en "acogida" como el de María, que supo llevar en sí al Hijo de Dios. La verdadera Luz es precisamente la Palabra de Dios que vino entre los hombres para disipar las tinieblas, para transformarlas en luz.

Sin embargo, cuando llegó la Luz, la humanidad se dividió entre quienes rechazaron la verdadera Luz y quienes la aceptaron. Quien la ha rechazado continúan viviendo en tinieblas y si no cambia, las tinieblas lo lleva a la muerte. Quien la acoge con fe, acoge la vida y se convierte en Hijo de Dios, entra en comunión con Dios. Tener fe significa entregar a Dios la existencia, ser sus hijos amados y vivir en la Luz.

San Francisco y el nacimiento de Jesús.


También nosotros hoy, en este día en el que la Luz divina ha llegado entre nosotros en la persona del Hijo de Dios, nos enfrentamos a la misma elección. O acogemos este inmenso regalo que es el Hijo de Dios, la Luz del Padre que nos hace sus hijos, o rechazamos la Luz para vivir en las tinieblas; pero los que caminan en tinieblas no saben adónde van, no conocen el verdadero sentido de la vida.

Entonces… Feliz Navidad, con el deseo de volver a experimentar la cercanía de Dios y comprometernos a llevarlo a los demás en actos concretos de amor.

  

Fray  Maurizio Bridio, OFMConv.

sábado, 11 de diciembre de 2021

III Domingo de Adviento, año. C.

¿Qué debemos hacer?

Evangelio: Lucas 3,10-18

 

Hermanos y hermanas, que el Señor les dé su paz.

Celebramos el tercer domingo de Adviento, al cual la Iglesia le ha dado el título de Gaudete, palabra que quiere referirse a “estar alegres” o “alégrense” en otras traducciones. Dentro del tiempo de Adviento y Cuaresma, la liturgia dedica un día especial para enaltecer con un propósito claro el tiempo que se está viviendo, en nuestro caso es, la esperanza y la alegría de que estamos próximos al nacimiento de nuestro Señor y Salvador.

Estando ya en un poco más de la mitad de este tiempo especial, no podemos dejar de preguntarnos: ¿Cómo va mi camino de espera para recibir al Mesías? Ya se nos ha dicho muchas veces que lo esencial de este tiempo no es el comprar y regalar, sino el recibir y compartir a quien es nuestro Emmanuel, el Dios con nosotros, este pequeño niño que nace en el Belén de nuestro corazón.


Abrir la puerta de nuestros corazones

Juan el Bautista, que el domingo pasado nos invitaba a preparar el camino al Señor, nos presenta hoy un itinerario muy enriquecedor para nuestra vida de fe. Nos anuncia que la mejor forma de disponernos a este encuentro con Jesús niño es abriendo el corazón, teniendo la capacidad de hacer de él un lugar en donde todos tengan un espacio preferencial. La gente se acercaba a Juan y le preguntaba, ¿qué debemos hacer? Y, él les respondía con diferentes acciones para realizar: el desprendimiento, el no exigir, ser más justos, entre otras cosas que podemos notar al leer el Evangelio. Sin duda, son acciones muy bonitas, pero que nos cuesta poner en práctica o, que sin querer pasamos por alto. El camino del Adviento no consta solo de hacer por hacer, no consta solo de encender la vela de la corona, es más que eso, mucho más. Este tiempo es un espacio que nos invita a nuestra entrega total para recibir lo que para nosotros será pleno.

Por otro lado, el itinerario que propone Juan es a su vez exigente, porque toca áreas que en nuestra vida de cristianos no siempre estamos disponibles a abrir a los demás, porque involucran nuestros sentimientos y el conocernos a nosotros mismos.

En este día donde se nos invita a estar alegres tanto en la primera lectura por medio del profeta Sofonías, como en la segunda por medio del Apóstol Pablo, no es fácil si la abordamos sin la esperanza, mayor aun cuando pensamos en todo lo que sucede a nivel social: pandemia, pobreza, marginación. La alegría y la esperanza deben ser frutos de una espera generosa de quién nos ha prometido liberarnos de lo que nos atormenta, no por arte de magia, sino desde nuestra propia realidad. No podemos esperar al Señor con ansias de que todo cambie de un girón, sino con los brazos abiertos a disponernos a trabajar como sociedad por la igualdad y la dignidad de todos. Y esta garantía que Jesús nos presenta, hace que no perdamos la confianza y que nos pongamos en el camino del Señor para vencer nuestros miedos.

Cada vez que avanzamos positivamente como sociedad frente a todo lo que está sucediendo, adquiere un valor especial las palabras del profeta Sofonías: “¡No temas Sion, no desfallezcas! El Señor, tu Dios, está en medio de ti”. Dios siempre está y ha estado con nosotros, nunca se ha apartado, sino que ha estado “tras bambalinas” dándonos las herramientas para que podamos cuidar la casa común y nuestra unión como hermanos.

Navidad celebrada por San Francisco en Greccio - Italia.

La mejor preparación para recibir a Jesús en nuestras vidas, es dejándole hacer su obra en nosotros. Que estos días de Adviento que nos quedan, sean una oportunidad para acercarnos más a los demás con acciones concretas, compartir la esperanza de esta promesa mesiánica y, para ello, no debemos olvidar lo que nuestra fe nos presenta como propuesta mediante las obras de misericordia: Visitar y cuidar a los enfermos, dar de comer al hambriento, dar de beber al sediento, vestir al desnudo, entre otras.

Recibamos al niño de Belén como San Francisco, que se dejaba sorprender por la hermosa humildad de su Señor, para compartirlo con los demás. Que este sea el gozo más grande, donarnos por medio del amor y la caridad.

 

El Señor y María Santísima nos acompañen.

Fr. Benjamín Castro, OFMConv.

domingo, 5 de diciembre de 2021

INMACULADA CONCEPCIÓN DE LA BIENAVENTURADA VIRGEN

Yo soy la Inmaculada Concepción.

Evangelio: Lucas 1, 26-38

 

¡Viva la Inmaculada! Feliz día de la Inmaculada 

Celebramos la redención, el cumplimiento de la promesa hecha por el Padre amoroso a  nuestros primeros padres, Adán y Eva; una vez que ellos experimentaron el pecado y la muerte, se proclama esta fiesta  sobre todo en el poder de nuestra redención. Nuestra mirada se dirige principalmente al Dador de todo bien, aquel que crea, que salva y que nos santifica.  También para nosotros frailes franciscanos conventuales, es “el hilo de oro” de la historia de nuestra orden, que se va tejiendo desde nuestro nacimiento hasta su desarrollo del dogma de la Inmaculada Concepción, y el caminar de tan bella devoción a la Inmaculada Virgen María o a la Purísima Concepción de María.

"Yo soy la Inmaculada Concepción"

El 8 de diciembre, para todos nosotros y para la Iglesia universal, nos hace recordar la obra de Dios, en la historia salvífica, que tiene resonancia en cada uno de nosotros: María es concebida purísima en el seno de santa Ana y en el hogar de san Joaquín, según la tradición legada por la Iglesia  de Oriente, y para ser una dulce espera que al  universo inscrita en  celebrar con el gozo su naciente el 8 de septiembre, días de espera, día de tejer nuestra vida en la vida de Dios, días de construir también, nuestra redención de nuestra vida, por la Concepción Inmaculada de la Virgen María, dada  en la obra de Dios.

Ella, la Inmaculada en Lourdes, en su aparición nos dice: “yo soy la Inmaculada Concepción”. Con estas palabras Ella determina no sólo el hecho de la Inmaculada Concepción, sino también el modo en que este privilegio le precede. El misterio de la redención de María es único, hasta donde tiene certeza la Iglesia hoy. Por ejemplo: ninguno de nosotros ha cometido todos los pecados posibles. Hay áreas de nuestra vida en que no hemos pecado. ¿Significa que en esas áreas no ha obrado la gracia de la redención que Cristo nos mereció? Desde luego que no. Este argumento nos ayuda a entender que ser salvado no implica haber pecado o haber estado bajo el poder del pecado, sino de la misericordia de Dios, una gracia que solo pude ser de Dios.

            ¿Qué es la Inmaculada? ¿Quién lo comprenderá perfectamente? De hecho, "inmaculada o inmaculado" significa sencillamente "sin mancha", y eso es expresamente lo que se espera de la gracia en nosotros, estar sin mancha del pecado, y de esta forma saber pues lo que nos invita san Pablo "nos escogió en Él antes de la fundación del mundo, para que fuéramos santos y sin mancha delante de Él" (Ef 1,4). De esta manera la misma gracia y el don del Espíritu que hicieron a la Inmaculada nos quieren y pueden hacer inmaculados a nosotros, a través de los signos sacramentales, y es el de la  confesión sacramento o de la Reconciliación, que nos libera, nos sana y nos renueva, signo salvífico que nos hace inmaculado y nos hace comprender el misterio salvífico de toda la creación.



Cerro San Cristobal - Santiago de Chile

 Dios, pues, ha querido que la sencillez del alma de María fuera connatural al alma de los sencillos. De ellos podemos y debemos aprender el cariño espontáneo, sincero y fiel a la Madre de Dios. Un amor sin fisuras que entiende sin complicaciones que los bienes de ella de algún modo pertenecen a todos los que la amamos y a todos lo que Ella ama.

 Podemos decir además que este misterio escatológico tiene su eco natural en la celebración eucarística. Hay una especie de compatibilidad natural e indisoluble entre el misterio de la Inmaculada y el misterio eucarístico. La pureza de Ella, ofrecida a Dios, es como la saludable respuesta con que nuestra raza humana acoge la ofrenda purísima del Cordero Inmaculado, el Cordero sin mancha. Pidamos al Señor que haga nuestro corazón dócil a la gracia, de modo que aquello que ya pudo en María se haga verdad en nosotros.

 

¡Viva la Inmaculada!

 

Fray Eduardo ZAMORANO OFM Conv.

viernes, 3 de diciembre de 2021

II Domingo de Adviento - Año C.

Voz que grita en el desierto

Lc 3, 1-6

 

Ven Espíritu Santo,

Ven a nuestra vida, a nuestros corazones, a nuestras conciencias.

Mueve nuestra inteligencia y nuestra voluntad

para entender lo que el Padre quiere decirnos a traves  de su Hijo Jesús, el Cristo.

En este segundo domingo de Adviento se nos presenta la figura del precursor de Jesús, Juan Bautista que nos habla de la conversión. 



Después de que el evangelista Lucas nos presentó la infancia de Jesús en los capítulos anteriores, ahora, en este tercer capítulo, coloca la figura de Juan Bautista mientras predica en el desierto de Judá. Es interesante como al evangelista Lucas, como lo hace también en otros pasos del evangelio y en los hechos de los Apóstoles, le gusta situar los hechos ocurridos, en un contexto histórico, político y religioso del tiempo. Resuenan nombres potentes de la historia: “emperador Tiberio, Poncio Pilato gobernaba Judea, Herodes gobernaba como tetrarca de Galilea, su hermano Felipe como tetrarca de las regiones de Iturea y Traconite, y Lisanias como el tetrarca de Abilinia. Cuando eran Anás y Caifás los sumos sacerdotes, le llegó a Juan, hijo de Zacarías, la palabra de Dios mientras estaba en el desierto”.

Eso para decir que la Palabra de Dios se encarna en el tiempo, en nuestro tiempo y en situaciones concretas. Me pregunto: ¿En qué situación concreta de mi vida se hace presente Dios hoy?

El evangelista Lucas subraya la total “diferencia” entre la posición privilegiada de los potentes de aquel entonces y la pequeñez de Juan Bautista, profeta alcanzado por la Palabra de Dios en el “desierto”.

Es el “desierto” el escenario de la predicación de Juan.

El desierto es el trasfondo de toda la historia de la salvación, iniciando desde Abraham hasta Moisés que conduce el pueblo desde la esclavitud a la libertad a través del desierto. En el desierto Dios guía a su pueblo, lo alimenta y lo protege, les da una ley, estipula una alianza. El tiempo del desierto es visto por parte del pueblo de Israel, como el tiempo de una relación simple y directa con Dios.

Algo parecido lo podemos encontrar en la experiencia de Francisco de Asís, desde el momento de su conversión él buscaba lugares “solitarios” de “desierto” para encontrarse con Jesús. Pensemos a las distintas cuaresma que durante el año vivía, o cuando se retiraba en los bosques de Asís…



A tal propósito y por destacar la importancia de tener momentos a solas con el Señor, Francisco escribe una pequeña “Regla” llamada de los “Eremitorios” (lugares de encuentros de los hermanos para la contemplación) para que los hermanos también tuviesen la posibilidad de tener tiempo para estar con el Señor, en el desierto.

«Los hermanos que quieran vivir religiosamente en los eremitorios, sean tres o cuatro a lo más; dos de ellos sean madres y tengan dos hijos o por lo menos uno. Los dos que son madres guarden la vida de Marta, y los dos hijos guarden la vida de María... Y estos hijos no hablen con persona alguna sino con sus madres y con su ministro y custodio, cuando a éste pluguiere visitarlos con la bendición del Señor Dios. Pero los hijos tomen a veces el oficio de madres, tal como les pareciere establecer los turnos alternativos...» (REr 1-2 y 9-10).

Juan Bautista y Francisco de Asís son aquellos que vivieron de lo esencial: ¿sabes vivir de manera esencial tu vida, testimoniando con sencillez tu fe? ¿Qué elecciones puede hacer en este tiempo para prepararte de manera eficaz al encuentro con Dios en la Navidad?

Busca espacio y momentos de “desierto en tu vida” porqué ahí podemos escuchar la voz de Dios que nos habla.

Fray Fabrizio RESTANTE OFM Conv.

viernes, 26 de noviembre de 2021

I° Domingo de Adviento - Año C.

¡No quedará piedra sobre piedra!

Lucas 21, 25 – 28. 34 – 36.

Una nueva amanecer....

 

Con este primer domingo del tiempo de Adviento iniciamos un nuevo año litúrgico, una ocasión de gracia que Dios nos ofrece en la Iglesia presentándonos sus misterios de salvación, para que sigamos en nuestro camino confiando siempre el Él. Durante este año litúrgico iremos siguiendo la lectura del evangelio de Lucas, un evangelista seducido por la misericordia de Jesús antes los pobres y los pecadores, un evangelista que nos muestra la figura de María como la primera discípula obediente a la Palabra, y nos presenta a Jesús recorriendo su camino de entrega hacia Jerusalén. El tiempo de Adviento nos sitúa frente al hecho de que la fe no es el recuerdo de un ilustre personaje de la historia, pero que ahora está ausente porque su tiempo ya pasó; sino que es la actitud esperanzada en Aquel que está presente y actuando en la historia y que viene para llevarla a su plenitud.

El texto del evangelio de este domingo es parte del así llamado “discurso escatológico” (Lc 21,5-36). Este discurso está presentado como respuesta de Jesús a una pregunta de los discípulos. Ante la belleza y grandeza del templo de la ciudad de Jerusalén, Jesús había dicho. “¡no quedará piedra sobre piedra! (21, 5-6). Los discípulos querían que Jesús les diese más informaciones sobre esta destrucción del templo y pedían: “¿Cuándo sucederá esto, Maestro, y cuáles serán los señales de que estas cosas están a punto de suceder?

La comunidad del tiempo de Lucas (año 85) a causa de la destrucción de Jerusalén (año 70), frente a los desastres, guerras y persecuciones de los cristianos pensaba que el fin del mundo estaba acerca, por esto la preocupación principal del discurso escatológico es el de ayudar a los discípulos a discernir los signos de los tiempos para no ser engañados por las conversaciones de la gente sobre el fin del mundo.

Los fenómenos cósmicos en el sol, la luna, las estrellas, el fragor del mar y de las olas que a primera vista suscitan angustias y terror en la gente, más allá de su apariencia negativa, son imágenes cósmicas que sugieren algo positivo, es decir el comienzo de la nueva creación que sustituirá la antigua creación, son señales que introducen la manifestación del Hijo de Dios, el comienzo de nuevos tiempos. Lo que nos dice el texto es que Jesucristo es el Señor y Vencedor de toda la historia, es el único absoluto y que permanece para siempre, mientras que aún lo que parece más estable en este mundo (el sol y las estrellas) no lo es. Sólo Jesucristo es Señor y su victoria está más allá de todo lo que ocurre en la historia.

El evangelista Lucas dice: “Cuando comience a suceder esto, tengan ánimo y levanten la cabeza, porque está por llegarle la liberación”. Esta afirmación indica que el objetivo del discurso no es el de causar miedo, sino sembrar esperanza y alegría en el pueblo que estaba sufriendo por causa de la persecución. Las palabras de Jesús ayudaban las comunidades a leer los hechos con una mirada de esperanza.

El texto luego termina con los consejos que Jesús da a la gente, de modo que siempre estén atentos: evitar lo que pueda turbar y endurecer el corazón (disipaciones, borracheras y afanes de la vida); orar siempre pidiendo fuerza para continuar, esperando en pie la venida del Hijo del Hombre. No se trata de una espera pasiva, lo propio es la vigilancia, la atención a los signos de los tiempos.

Con este anuncio del triunfo de Jesucristo, de su venida para la salvación de la historia, y con este llamado a la vigilancia, comenzamos nuestro Adviento. La esperanza del cristiano no se funda en actitudes psicológicas de optimismo o de pesimismo frente a lo que ocurre en el mundo, sino que se funda en el triunfo de Jesucristo como plenitud del plan de amor de Dios para toda su creación.

 

¡Buen camino de Adviento a todos!

Fray Fabio MAZZINI OFMConv.

sábado, 20 de noviembre de 2021

Domingo de Jesucristo Rey del Universo - Año B

¿Entonces Tú eres rey?

Evangelio: Juan 18, 33b-37

 

            En el texto del evangelio de hoy encontramos muchas preguntas que nos puedan servir a entender mejor el mensaje. En primer lugar, esas preguntas salen del diálogo privado  entre Pilato, representante del imperio más poderoso de la tierra y Jesús, un reo que se presenta como testigo de la verdad, Mesías enviado por Dios y Rey del universo.

Al comienzo, Pilato quiere, al parecer, saber la verdad que se encierra en aquel extraño personaje que tiene ante su trono: “¿Eres tú el rey de los judíos?”. El humano  interroga a Dios. El humano quiere saber si el Hijo de Dios es un rey, quiere saber si es verdad o  mentira. Es la preocupación de todos nosotros. Parece que cuando Jesús reine en nuestra vida, tenemos menos poder, menos libertad. Pilato está preocupado si es que Jesús constituye una amenaza para Roma o menos, así que preguntó: “¿Eres tú el rey de los judíos?”.

"Entonces, tu eres rey?"


Jesús le contestó: “¿Dices tú esto de ti mismo, u otros te lo han dicho de mí?” Jesús conoce hasta lo que guardamos en nuestros corazones y quiere entender el significado de la pregunta. Ahora Él se convierte de interrogado al interrogador. El no tiene otra cosa que su verdad y su palabra de vida. Como interrogador, Jesús se presenta el verdadero juez y señor de la situación. Jesús es el juicio entre la luz y las tinieblas, entre la verdad de Dios y la mentira del mundo, entre la vida y la muerte.

“¿Qué es lo que has hecho?” Jesús en su respuesta, sirve la pregunta de Pilato para explicar en qué consiste su realeza. “Mi realeza no es de este mundo”. Se realeza no es de este mundo. No se asienta sobre la injusticia y la mentira y el poder. Su reino tiene que aparecer en los corazones de los hombres, que ama la verdad, la paz, la justicia, en los corazones iluminados por la fe, amor y esperanza. Su reinado tiene como fundamento la verdad que proviene del Padre, la verdad que  Pilato no quiso escuchar.  La verdad del reinado de Jesús es una llamada que puede transformar la vida de las personas, capaz de hacer nuestra vida más humana. Es la libertad liberadora.

            “¿Entonces Tú eres rey?”

            Escuchando el evangelio de hoy, creo que la invitación para nosotros es hacernos examen de conciencia colectiva ante el Testigo de la Verdad que es Jesús mismo.  ¿Podemos discernir con humildad qué Jesús es el verdadero nuestro Rey? Déjate  interrogar por Jesús si en tu corazón hay mentiras que te impiden a creer y confiar totalmente en El.

"Una oración, un diálogo personal con Cristo Rey".


            Y recemos con San Francisco de Asís, la oración de Alabanzas del dios altísimo:

Tu eres santo, Señor Dios único, que haces maravillas.

Tú eres fuerte, tú eres grande, tú eres altísimo,

tú eres rey omnipotente,

tú, Padre santo, rey del cielo y de la tierra.

Tú eres trino y uno, Señor Dios de dioses,

tú eres el bien, todo el bien, el sumo bien,

Señor Dios vivo y verdadero.

Tú eres amor, caridad; tú eres sabiduría,

tú eres humildad, tú eres paciencia,

tú eres belleza, tú eres mansedumbre,

tú eres seguridad, tú eres quietud, tú eres gozo,

tú eres nuestra esperanza y alegría, tú eres justicia,

tú eres templanza, tú eres toda nuestra riqueza a satisfacción.

Tú eres belleza, tú eres mansedumbre;

tú eres protector, tú eres custodio y defensor nuestro;

tú eres fortaleza, tú eres refrigerio.

Tú eres esperanza nuestra, tú eres fe nuestra,

tú eres caridad nuestra, tú eres toda dulzura nuestra,

tú eres vida eterna nuestra:

Grande y admirable Señor, Dios omnipotente, misericordioso Salvador.

 

¡Que tengas un buen domingo de Cristo Rey del Universo.

Y deje que Él reine en tu vida y en tu corazón!

 

Fray Jack Ginting OFM Conv.

viernes, 12 de noviembre de 2021

Domingo 33° - T.O. Año. B

LOS SIGNOS DE LOS TIEMPOS

Evangelio: MARCOS 13, 24-32

 

Querido amigo/a, no te asustes al escuchar el Evangelio de este Domingo, que nos habla del fin del mundo que pronto llegará. Si Jesús les dijo a sus discípulos que “no pasará esta generación, sin que suceda todo esto”, no pretendía marcar el momento exacto de su Segunda Venida a este mundo, para el Juicio final. De hecho, Él mismo subraya que sólo el Padre conoce el día y el minuto preciso del fin del mundo actual, que producirá el comienzo de un Paraíso de amor, en el cual se verán realizadas todas las divinas promesas.

Sin miedo a equivocarnos, podemos creer que, con estas enseñanzas suyas, Jesús quería despertar a sus discípulos, para que reconocieran que ninguna generación está exenta de una fundamental labor espiritual: la de prepararse para el encuentro con Dios ‘cara a cara’, aprendiendo a reconocer las divinas manifestaciones que llenan de su presencia nuestra vida de cada día.

Parábola de la higuera y la llegada del verano..


Es así que entendemos el sentido de la parábola de la higuera en el Evangelio de hoy: como al ver brotes y hojas percibimos con nuestros sentidos la presencia del verano que se acerca, aún sin poderlo ver con nuestros ojos, así estamos llamados a reconocer al Dios que se acerca a nuestra existencia, tan sólo con los ojos de la fe, no con los ojos corporales.

Ojalá tuviéramos el entrenamiento de San Francisco para reconocer al Dios que nos habla en los castos abrazos y las conversaciones amables de nuestros hermanos y hermanas, en el canto de las aves y los ríos y los vientos, en el pedido de ayuda del hermano enfermo y necesitado, en la alegría de los niños y en el llanto de las madres, en un versículo de la Biblia y en la emoción de una oración, en la hostia que el sacerdote nos ofrece y en el Crucificado de brazos abiertos, en los frutos y los colores de la madre tierra… en fin, todo nos habla del Dios que se nos acerca, si aprendemos a tender los oídos del corazón.

Es una linda y franciscana tarea para todos nosotros, así que… “¡comencemos, hermanos, a servir al Señor Dios, porque es poco y escaso lo que hasta ahora hemos hecho!”. ¡Que el Señor te llene de paz y te done todo bien!

 

Fray Christian BORGHESI, OFM Conv.

sábado, 6 de noviembre de 2021

32° Domingo del T.O. - Año. B

LAS VIUDAS DE LA PALABRA DE DIOS : las mujeres que saben colocar a Dios como valor absoluto de sus vidas. 

Nuevamente en las lecturas de este domingo Jesús se enfrenta con los escribas (los intérpretes oficiales de la Toráh y también especialistas en derecho). Este derecho les permitía, a varios de ellos, aprovechar  las leyes en beneficio propio y no en favor de los pobres.

Frente a este peligro Jesús advierte: Cuídense de los escribas, pues su arrogancia,  su obstinación y sobrexposición, contrasta con la figura de la viuda y su ofrenda del Evangelio. Esta mujer no era reconocida por la gente, vestía come pobre, sólo se sabía de su indigencia. No tenía tampoco privilegios, ni tenía silla propia en la sinagoga. Indigente y nada más!! Podemos decir también, una mujer explotada, sin derechos, únicamente con deberes!

Una anciana que lee la biblia....


En las palabra de Dios de este domingo XXXII, son dos las viudas pobres que dan color a las lecturas. La primera se fía de la palabra de Elías y le hace un panecillo con el puñado de harina y el poco de aceite que le quedaba y recibe una recompensa multiplicada (1 Reyes17,8-16). La segunda, la Viuda del Evangelio, echa "dos pequeñas monedas de cobre" (Mateo 12,41-44) y recibe el elogio del Señor: "ha echado más que nadie. Porque los demás han echado de lo que les sobra, pero ésta, que pasa necesidad, ha echado lo que tenía para vivir".

Estas dos mujeres son modelo de creyentes. Son personas abiertas a Dios: confían en él. Poca cosa tienen, pero no se aferran celosamente a lo poco que tienen. No dan los restos, sino lo que necesitan para vivir. Dios no quiere que le demos lo que nos sobra (y aún, a menudo de forma exhibicionista, como si demostráramos nuestra generosidad y obtuviéramos mérito por ello). El "primer mandamiento" -que vale para todos- es "amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón..." (domingo pasado). De igual modo, el segundo es "amarás a tu prójimo como a ti mismo" (y no "dales algo de lo que te sobra").

Estas mujeres son dos "pobres" en el sentido bíblico de los "anawim" (pobres de Yahvé), los que Jesús proclamaba dichosos. No tienen demasiado de que presumir y sentirse orgullosos y ponen en Dios su esperanza. Cualquiera lo reconoce enseguida: ésta es la religión verdadera, "pura e intachable a los ojos de Dios Padre" (St 1,27; d. 22). ¡Qué contraste con aquellos ricos que echan mucho dinero para el Templo y con los escribas que aparecen en el evangelio!


La ley del amor, es la ley de abandonarse en Dios y  amar a los hermanos como a nosotros mismos. Una buena sugerencia nos la presenta san Francisco, en la admonición IX donde habla del Amor: “Dice el Señor: Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os odian, y orad por los que os persiguen y calumnian (Mt 5,44). En efecto, ama de verdad a su enemigo aquel que no se duele de la injuria que le hace, sino que, por amor de Dios, se consume por el pecado del alma de su enemigo. Y muéstrele su amor con obras.”

 

Los ojos del espíritu de San Francisco de Asís.



Para finalizar rezamos esta oración de abandono escrita por de Charles de Foucauld:

Padre mío, me abandono a Ti. Haz de mí lo que quieras.

Lo que hagas de mí te lo agradezco, estoy dispuesto a todo, lo acepto todo.

Con tal que Tu voluntad se haga en mí y en todas tus criaturas,

no deseo nada más, Dios mío.

Pongo mi vida en Tus manos!

Te la doy, Dios mío, con todo el amor de mi corazón, porque te amo,

y porque para mí amarte es darme, entregarme en Tus manos sin medida,

con infinita confianza, porque Tu eres mi Padre.

 

 

Les deseo una feliz semana y buen mes de María a todos y a todas

Paz y bien fr. Tullio Pastorelli O.F.M.conv.

viernes, 29 de octubre de 2021

Domingo 31° - T.O. Año B.

Escucha… y Ama.

Evangelio: Mc. 12,20-31

 

Saliendo de Jericó, Jesús encuentra al ciego Bartimeo que pide con toda su fuerza que “tenga piedad de él” diciéndole: “Maestro, que yo pueda ver” (Mc 10,31). Esto, en seguida, comenzó a ver y lo siguió por el camino. Continuando su peregrinación, entra en Jerusalén y cumple varios signos proféticos (por ejemplo la purificación del templo) que provoca mucha tensión con las autoridades religiosas.

Un maestro de la ley se acerca a Jesús para preguntarle sobre un tema importante para los líderes religiosos: “¿Cuál es el primero de los mandamientos?” (Mc 12,25). Se trataba de elegir uno de los 613 mandamientos y no podía ser fácil. Jesús le contesta con mucha claridad apuntado sobre lo esencial de toda la Biblia: “«Escucha, Israel: el Señor nuestro Dios es el único Señor; y tu amarás al Señor, tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma, con todo tu espíritu y con todas tus fuerzas» Es segundo es: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo»” (Mc 12,20-31)

"Escucha Israel: El Señor nuestro Dios
es el único Señor".


Antes de “amar” Jesús recuerda que existe el verbo “escuchar” que abre el corazón y el oído a lo que Dios es y lo que quiere decir. El es el “único” que sabe amar de verdad y es el origen del amor. El hombre que escucha a Dios va a entender que es amado; por ser amado recibe la capacidad de amar.

San Francisco hizo la profunda experiencia de ser amado por el Dios que es Bueno, Misericordioso, que entrega a su Hijo Jesús para mostrarnos hasta donde llega su amor. El llora y dice a todos que el AMOR NO ES AMADO. Un día contemplando este amor, ora así: “Te suplico, Señor, que la fuerza abrasadora y dulce de tu amor absorba de tal modo mi mente que la separe de todas las cosas que hay debajo del cielo, para que yo muera por amor de tu amor, ya que por amor de mi amor tú te dignaste morir” (FF, n. 277).

Escuchando y mirando a Jesús entendemos cuánto y cómo nos ama Dios. Además cuál es la manera correcta de amar. En la vida de Jesús, hacer la voluntad del Padre pasa por hacer de la vida una entrega de amor a los hermanos, si fuera necesario hasta la donación total de uno mismo. Así, en la perspectiva de Jesús, “amor a Dios” y “amor a los hermanos” están íntimamente interconectados. No son dos mandamientos distintos, sino dos caras de una misma moneda. “Amar a Dios” es cumplir su proyecto de amor, que se concreta en la solidaridad, el compartir, el servicio, la donación de la vida a los hermanos. Las palabras “como a uno mismo” no significan especie de condición, sino que es preciso amar totalmente, de todo corazón.

"Amar a Dios, a uno mismo y a los demás"


El Evangelio de este domingo pone las cosas en su lugar: lo esencial es el amor a Dios y el amor a los hermanos. En esto se resume toda la revelación de Dios y su propuesta de vida plena y definitiva para los hombres. Francisco entró en esta lógica del amor de Dios que se extiende, crece y envuelve a todos. Amamos porque Dios nos amó el primero, amamos a los demás porque son amados por Él y son un don para nosotros. 

Gracias Señor por amarme y gracias por darme la capacidad de amar.

 

Fray Augustín BUDAU OFM Conv.

viernes, 22 de octubre de 2021

Domingo 30° - T.O. Año B.

¡Vete, tú fe te ha salvado!

Evangelio: Mc. 10,46-52

 

Un mendigo ciego, una calle, Jesús que pasa, un grito, un grito más fuerte, una curación. Con estas pocas palabras podamos resumir el evangelio de este domingo que parece describir muy bien, a través de la historia de este hombre, los riesgos que cada uno de nosotros cometemos.

Cada ser humanos puede quedarse bloqueado y pararse en el camino cuando no ve más un sentido, una motivación, un horizonte.

Cuando eso pasa es usual mendigar la vida y no vivirla, “balconear” como dice papa Francisco, no tener el control de la dirección de nuestra vida, sino subir los acontecimientos sin enfrentarlos.

¡Jesús, Hijo de David, ten piedad de mí!


“Al enterarse de que pasaba Jesús, el Nazareno. se puso a gritar: ¡Jesús, Hijo de David, ten piedad de mi!

No es una oración compuesta, ordenada, a voz baja. No es una oración con estilo y equilibrio. Es una oración gritada, un grito de quien está desesperado y que ve la posibilidad de cambio. Ese hombre percibe la presencia de Jesús y cree que el encuentro con El puede cambiar su vida.

La misma dinámica que vivió Francisco de Asís ciertamente de manera diferente: Francisco no estaba enfermo y al mismo tiempo tenía una vida feliz, pero tuvo una inquietud que cambió su vida. Por un tiempo también Francisco estuvo como parado: perseguía el sueño de ser caballero, también cuando empezó a darse cuenta que era un sueño vacío, que no podía más llenar el horizonte de su vida.

El Señor paso en la vida de Francisco a través del leproso y como Jesús cambió la vida del hijo de Timeo-Bartimeo, así el leproso cambió la vida de Francisco: “Y al apartarme de los mismos, aquello que me parecía amargo, se me convirtió en dulzura del alma y del cuerpo”.

Francisco vence lo que le “parecía amargo” baja del caballo y abraza al leproso, el hijo de Timeo-Bartimeo supera la muchedumbre que le pedía que se callara y no le permitían que Jesús lo escuchara.

Jesús a escuchar el grito del mendigo ciego se detiene y lo llama. Jesús escucha nuestros gritos y nuestras oraciones, por eso no tenemos que cansarnos de llamarlo “¡Jesús, Hijo de David, ten piedad de nosotros!”.

Nunca tenemos que parar o callarnos “¡Jesús, Hijo de David, ten piedad de nosotros!”

Tenemos que enfrentar lo que nos bloquea y no nos permite  ir adelante, tenemos que darnos cuenta del Señor Jesús que pasa en nuestra vida y historia.

"... arrojando su manto, se puso de pie
de un salto y fue hacia Él"


Como Francisco vio en el leproso a Jesús o como el hijo de Timeo-Bartimeo que se enteró que Jesús estaba pasando por allí. Si nosotros llamamos a Jesús, si perseveramos en nuestras oraciones el Señor se detiene y nos llama. También a nosotros el Jesús nos dice “¿Que quieres que haga por ti?” y también nosotros como el mendigo ciego tenemos que contestar: “¿Que yo pueda ver?”, que podamos ver cual es el bien,  lo que nos impide  seguir adelante en nuestra vida, cual es nuestra vocación, que podamos ver nuestros pecados que nos llevan lejos de Jesús.

Si pedimos eso a Jesús también a nosotros el nos dirá “Vete, tu fe te ha salvado”. Entonces también nosotros comenzaremos a ver con más claridad y así podríamos segur al Señor Jesús por el camino.

 

 

fray Matteo Martinelli OFMConv

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