Voz que
grita en el desierto
Lc 3, 1-6
Ven Espíritu Santo,
Ven a nuestra vida, a nuestros
corazones, a nuestras conciencias.
Mueve nuestra inteligencia y nuestra
voluntad
para entender lo que el Padre quiere
decirnos a traves de su Hijo Jesús, el
Cristo.
En este segundo domingo de Adviento
se nos presenta la figura del precursor de Jesús, Juan Bautista que nos habla
de la conversión.
Después
de que el evangelista Lucas nos presentó la infancia de Jesús en los capítulos
anteriores, ahora, en este tercer capítulo, coloca la figura de Juan Bautista
mientras predica en el desierto de Judá. Es interesante como al evangelista
Lucas, como lo hace también en otros pasos del evangelio y en los hechos de los
Apóstoles, le gusta situar los hechos ocurridos, en un contexto histórico, político
y religioso del tiempo. Resuenan nombres potentes de la historia: “emperador Tiberio, Poncio Pilato gobernaba Judea, Herodes
gobernaba como tetrarca de Galilea, su hermano Felipe como tetrarca de las
regiones de Iturea y Traconite, y Lisanias como el tetrarca de Abilinia. Cuando
eran Anás y Caifás los sumos sacerdotes, le llegó a Juan, hijo de Zacarías, la
palabra de Dios mientras estaba en el desierto”.
Eso para decir que la Palabra de Dios se encarna en el
tiempo, en nuestro tiempo y en situaciones concretas. Me pregunto: ¿En qué situación concreta de mi vida se hace presente Dios
hoy?
El evangelista Lucas subraya la total “diferencia” entre
la posición privilegiada de los potentes de aquel entonces y la pequeñez de
Juan Bautista, profeta alcanzado por la Palabra de Dios en el “desierto”.
Es el “desierto”
el escenario de la predicación de Juan.
El desierto es el trasfondo de toda la historia de la
salvación, iniciando desde Abraham hasta Moisés que conduce el pueblo desde la
esclavitud a la libertad a través del desierto. En el desierto Dios guía a su
pueblo, lo alimenta y lo protege, les da una ley, estipula una alianza. El
tiempo del desierto es visto por parte del pueblo de Israel, como el tiempo de
una relación simple y directa con Dios.
Algo parecido lo podemos encontrar en la experiencia de
Francisco de Asís, desde el momento de su conversión él buscaba lugares “solitarios”
de “desierto” para encontrarse con Jesús. Pensemos a las distintas cuaresma que
durante el año vivía, o cuando se retiraba en los bosques de Asís…
A tal propósito y por destacar la importancia de tener
momentos a solas con el Señor, Francisco escribe una pequeña “Regla” llamada de
los “Eremitorios” (lugares de encuentros de los hermanos para la contemplación)
para que los hermanos también tuviesen la posibilidad de tener tiempo para
estar con el Señor, en el desierto.
«Los hermanos que quieran vivir
religiosamente en los eremitorios, sean tres o cuatro a lo más; dos de ellos
sean madres y tengan dos hijos o por lo menos uno. Los dos que son madres
guarden la vida de Marta, y los dos hijos guarden la vida de María... Y estos
hijos no hablen con persona alguna sino con sus madres y con su ministro y
custodio, cuando a éste pluguiere visitarlos con la bendición del Señor Dios.
Pero los hijos tomen a veces el oficio de madres, tal como les pareciere
establecer los turnos alternativos...» (REr 1-2 y 9-10).
Juan Bautista y Francisco de Asís
son aquellos que vivieron de lo esencial: ¿sabes vivir de manera esencial tu
vida, testimoniando con sencillez tu fe? ¿Qué elecciones puede hacer en este
tiempo para prepararte de manera eficaz al encuentro con Dios en la Navidad?
Busca espacio y momentos de
“desierto en tu vida” porqué ahí podemos escuchar la voz de Dios que nos habla.
Fray Fabrizio RESTANTE
OFM Conv.
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