Los pequeños gestos marcan la diferencia.
Evangelio: Marcos 6, 30-34
Queridos hermanos y hermanas, reciban todos un saludo de paz y bien.
La palabra del Señor
nos comenta en este día sobre la llegada de los discípulos luego de haber
realizado la misión a la que Jesús los había enviado (recordemos el Evangelio
del domingo pasado). Los discípulos han regresado a compartir con Jesús lo
vivido en la misión. Podemos ver en este encuentro que los misioneros están
contentos pero cansados. Y Jesús lleno de comprensión quiere darles un poco de
alivio, sabe de sus necesidades y se hace partícipe de ella, este lado tan
humano del maestro hace que los lleve a un lugar aparte, en donde puedan
descansar. En la intimidad con Él, puede descansar el discípulo, puede
confrontar lo realizado y, puede encontrar nuevas fuerzas para seguir el
camino.Desierto de Atacama
Este retorno para
estar a solas con el Señor es un aspecto de gran importancia para la vida del
creyente, para fortalecer su entrega generosa. A este punto el evangelista nos
ofrece una imagen de Jesús donde sus ojos y su corazón recogen los sentimientos
de sus hermanos. Dice así el evangelista: “Al desembarcar, Jesús vio una gran
muchedumbre y se compadeció de ella, porque eran como ovejas sin pastor, y
estuvo enseñándoles largo rato”.
En la persona de
Jesús podemos observar tres cualidades que pone en práctica frente a la
necesidad de sus hermanos: ver, tener compasión, enseñar. Estos “gestos” del
maestro, configuran a Jesús como el Buen Pastor. También su compasión no es
solo un sentimiento humano, es la conmoción del Mesías en la que se hizo carne
la ternura de Dios. Y de esta compasión nace el deseo de Jesús de nutrir a la
multitud con el pan de su palabra. O sea, enseñar la palabra de Dios a la
gente. Jesús ve; Jesús tiene compasión; Jesús enseña. ¡Qué bello es esto!, nos
dice el papa Francisco. En el modo de obrar del Maestro se encarna el amor de
Dios por su pueblo. Son estas cosas las que reflejan la cercanía de Jesús con
la gente, su disponibilidad al encuentro del hermano.
En estos tiempos
dónde estamos experimentando un sinfín de sentimientos frente a todo lo que
está sucediendo en el mundo, hay un grupo en la población -que no deja de ser
significativo- que clama nuestra ayuda y cercanía. Muchos quedan atrás,
“olvidados”, mientras nosotros avanzamos. La invitación que nos dejan las
palabras de Jesús es a preguntarnos ¿Qué tanto me entrego por los demás? ¿Qué
tanto se sufrir las necesidades de mi hermano, hacerlas propias para lograr
ayudarle?.
Ver a Jesús
hermanos, es seguirlo en su radicalidad, es encarnarlo; es comenzar a tener su
mirada: es ver lo mismo que él vio: Los que sólo ven los que miran hacia abajo,
los que miran como miró Jesús, los que, como Jesús, miran desde la cruz. Recién
entonces podremos escuchar, también nosotros, la palabra de Dios, escuchando el
silencio al que están reducidos los abandonados de esta tierra, el silencio de
los necesitados que es la palabra, por la cual nos habla Dios.
Hermanos, así como
los discípulos fueron enviados, así también Jesús nos pide a nosotros salir al
encuentro de nuestro prójimo que nos necesita, de aquel que simplemente quiere
ser escuchado, comprendido para luego ofrecerle una palabra de aliento.
Aquellos que hemos misionado, sabemos que en estas experiencias suceden cosas
que muchas veces no sabemos cómo explicar.
Todos llegamos a la
conclusión de que en lugar de misionar fuimos misionados por quienes visitamos.
Es increíble como en el “arte de escuchar” logramos entrar en vida de nuestra
gente, saber aquello que necesitan, conocerlos más y contemplar su vivencia de
la fe. Sin embargo, saber escuchar no es algo fácil, todos pensamos que es
importante, pero, ¿cuántos de nosotros lo hacemos bien?. Saber escuchar implica
ponerse en los zapatos de quien me entrega su vida, es saber respetar su
historia y su modo de ver las cosas."Vengan ustedes solos a un lugar desierto,
para descansar un poco"
Como antes he mencionado:
“Los pequeños gestos son los que marcan la diferencia”. De Jesús tenemos mucho
que admirar y aprender, sobre todo a mirar a los demás con compasión, que
siempre la misión sea primero en nuestras vidas, que no nos gane nuestro
egoísmo, deseos personales y que siempre podamos anteponer el amor de Dios por
instaurar el reino a todas las cosas.
Aprovechemos estas
instancias que están sucediendo en el mundo entero, para desde una mirada
positiva y de fe, podamos acercarnos a los demás con humildad, siempre desde
Dios y para los demás. Que sean nuestros
pequeños gestos, nuestras obras de cada día las que marquen la vida del hermano
que nos necesita. Recordemos: ver y sentir van de la mano.
El viernes pasado
celebramos a nuestra Madre y Reina, la Virgen del Carmen, pidámosle a ella
que interceda por nosotros ante el Padre para que renueve nuestras fuerzas y
nos haga fieles a su misión.
¡Que el Señor les bendiga, buena semana!
Fr. Benjamín CASTRO, OFMConv.
No hay comentarios:
Publicar un comentario