viernes, 28 de agosto de 2020

“El que pierda su vida a causa de mí, la encontrará”

Domingo T.O. XXII, año – A

Mateo 16:21-27

En este pasaje del Evangelio nos aproximamos al fin de nuestra jornada a Cesarea de Filipo. Ahora los discípulos entienden que Jesús es el Mesías y creen que él es el Hijo de Dios. El tono de la enseñanza de Jesús cambia. Jesús revela a sus discípulos que ahora debe salir del norte y tiene que ir a Jerusalén, donde lo «harían sufrir mucho». Les informa que en Jerusalén será arrestado, y después muerto, pero que volverá de la muerte tres días después.


Por primera vez Jesús hace el anuncio de su pasión. Los discípulos están escuchando un discurso extraño, estremecedor, escandaloso. Es tan escandaloso que para Pedro es demasiado. No puede guardar silencio, tiene que intervenir. No va a permitir a Jesús que muera. Pedro lo lleva aparte y comienza a reprenderlo. “Esto no, querido Jesús, esto que está diciendo no te lo aceptamos, no nos gusta para nada”

La afirmación de Jesús no gustó para nada a Pedro, a los demás discípulos ni tampoco a nosotros. No nos gusta hablar de “fracaso”, de “perder la vida” de “cargar la cruz”, de “renunciar a nosotros mismos”… cuando en el mundo lo que más que uno busca y escucha es triunfar, tener éxito, tener honores. Siempre el hombre trata de esquivar la cruz, cualquier sea. Jesús también hoy nos repite: “el que pierda su vida a causa de mí, la encontrará”.

Pero ¿quién es capaz de vivir de esta manera? Una vez más viene a la memoria la experiencia de nuestro hermano Francisco de Asís, que buscando “encontrar su vida”, supo “perderla” en el momento que terminó de “adorar a sí mismo” y ponerse en el seguimiento de Cristo, pobre, casto y obediente. Sabemos que este itinerario llevó a Francisco hasta el monte Alvernia, dos años antes de su muerte, donde experimentó los signos y dolores de la pasión de Jesús en su propio cuerpo para conformarse completamente con élFrancisco supo ser un verdadero “perdedor” a los ojos del mundo, pero un “gran ganador” para Dios.


Al inicio de la Regla no Bulada, Francisco recuerda a los hermanos lo que Jesús nos dice hoy en este evangelio: Esta es la regla y vida de los hermanos: vivir en obediencia, en castidad y sin nada propio, y seguir las enseñanzas y las huellas de nuestro Señor Jesucristo, el cual dice: Si quieres ser perfecto, vete y vende todas las cosas que tienes y dáselas a los pobres, y tendrás un tesoro en el cielo; y ven, sígueme. Y también: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo y tome su cruz y sígame”. (RnB, 1).

Jesús desafía a todos los que quieren ser sus discípulos que carguen sus cruces y que lo sigan. ¿Estoy dispuesto aceptar este desafío por Jesús y por su Reino a ejemplo de Francisco de Asís? ¿Estoy dispuesto a ser un “perdedor” para el mundo para ser un gran “campeón” para Dios? Solo hay que atreverse.

 

Que el Señor te dé la paz.

Fray Fabrizio RESTANTE OFM Conv.

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