lunes, 20 de noviembre de 2017

Vocación Franciscana

¡No te asustes! No es nada grave creer que tienes vocación
Nadie viene a este mundo sin una vocación... Es cierto que esta palabra (y lo que conlleva) no está muy bien vista en nuestros días. En ocasiones nos asusta y confunde; otras veces despierta lo mejor de nosotros mismos y otras incluso nos abruma, queriendo eliminarla de nuestra mente para no complicarnos la vida. 
Pero, ¿quién querría eliminar la posibilidad de ser feliz de verdad? En otras palabras: vivir la vida a la que hemos sido llamados por Dios, encontrar nuestro sitio y el sentido de nuestra existencia. Dios nos ha creado, nos ha amado y nos ha elegido primero (Juan 15, 16). 
El "querer" de Dios, ¡su voluntad!, es que lleguemos a vivir junto a Él lo que ha preparado con tanto amor para cada uno de nosotros. Por lo tanto, la vocación no puede ser más que la decisión libre por parte de Dios, que llama y propone, y por parte del hombre, que acepta la propuesta y la hace suya (o no: ¡recuerda al joven rico del Evangelio!) como respuesta de amor a quien primero pensó en él con amor. 

Y como para Dios somos únicos e irrepetibles, cada vocación es distinta y específica para cada uno, de ahí la necesidad de descubrir la propia vocación.

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