viernes, 7 de mayo de 2021

VI Domingo de Pascua - Año B.

Permanezcan en mi amor.

Evangelio: Juan 15, 9-17.

 

En el evangelio de hoy Jesús se está despidiendo de sus discípulos. Es un momento muy duro para Él, porque sabe lo que va a pasar, sabe que va a ser arrestado y crucificado, por lo que quiere pasar el poco tiempo que le queda con sus discípulos compartiendo con ellos lo más importante de su mensaje: el amor a Dios y al prójimo; “Como el Padre me amó, también yo los he amado a ustedes. Permanezcan en mi amor.”

Permanecer en el amor de Dios
es ser fiel a su llamado.


Permanezco en su amor entrando en relación con Jesús mediante la oración, haciendo memoria de los momentos donde he experimentado su amor, poniéndome al servicio del otro, viviendo plenamente la vida. No es una cosa fácil, es un camino que dura toda la vida, que tiene sus altos y bajos, pero que vale la pena ponerse a caminar, vale la pena ser cristiano, vale la pena dar la vida por Cristo. Es un camino que, vivido a fondo, te llena, te da una felicidad diferente, más duradera.

El camino es difícil, por eso es bueno ser acompañado espiritualmente por una persona, con una fe “recorrida”, que te ayude a ver con más claridad el paso de Dios en tu historia personal. ¿Soy feliz? ¿Siento que mi vida tiene un sentido? ¿Qué cosas me impiden ser feliz hoy? ¿Cuido mi vida de oración? ¿Me tomo en serio mi vida cristiana? ¿Me doy cuenta de la importancia de la oración? ¿Tengo un acompañante espiritual, alguien con quien confortar mi vida?



Permanecer en el amor de Dios es
encaminarse hacia la plenitud de la vida.

“No son ustedes los que me eligieron a mí, sino yo el que los elegí a ustedes, y los destiné para que vayan y den fruto, y ese fruto sea duradero.” Dios nos elige, nos llama por nombre a colaborar con Él, a anunciar su mensaje de amor al mundo con las palabras y sobre todo con el ejemplo de vida. Pero claro, siempre unido a Él.

Dios confía en nosotros, confía en ti para anunciarlo, para hacer de este mundo un mundo mejor. Claro, es fácil decirlo, pero ponerlo en práctica no. Para hacer esto hay que confiar en Dios, en su fuerza trasformadora, que puede y actúa en la vida de forma concreta, creer que el espíritu Santo actúa, que nos inspira, nos guía, nos ayuda. ¿Trato de poner en práctica lo que Jesús nos enseña? ¿Creo en el mensaje de Jesús? ¿Me arriesgo por Dios? ¿Estoy intentando de hacer de este mundo un mundo mejor? ¿Soy consciente que Dios confía en mí?

 

Paz y bien.

Fray Augusto URZÚA OFMConv.

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