"Hagan todo lo que Él les diga".
Evangelio: Juan 2,1-11
El
Evangelio de este domingo, conocido como "las bodas de Caná", marca
en Juan el comienzo de la llamada "vida pública" de Jesús, aunque
ciertamente ya era conocido visto que el relato nos dice que Jesús fue invitado
con María, su madre, y con sus discípulos.
"Hagan todo lo que Él les diga"
Los
exegetas nos advierten que no se trata de la crónica de unas simples bodas.
Existen demasiadas anomalías en el relato para que lo sea: no se habla de los
esposos; Jesús se rehúsa de obrar el milagro pero luego lo realiza; la
abundante agua convertida en 600 litros de vino; existe una acumulación de
términos teológicos: hora, signo, gloria, creer.
Se trata
más bien de un auténtico “signo” del evangelista Juan que nos da a conocer lo
que hay detrás de este milagro: la acción de Jesús. A Juan le interesa mostrar
lo que hace Jesús y, en la forma en que lo hace, está toda su historia y
también la nuestra como discípulos.
En este
gesto de Caná el evangelista ve el primer signo de todos los que Jesús
realizará en su misión hasta el mayor de los signos, la muerte y la
resurrección. Todo lo que Jesús hace y dice tiene el punto de referencia en la
cruz. Esto ya aparece en las palabras (bastante extrañas si se toman
literalmente) que Jesús dirige a su madre cuando ella le dice que no hay vino
en la boda ("... mi hora no ha
llegado todavía"). Es la hora en que será levantado de la tierra y
todos verán definitivamente en Jesús quién es él y quién es Dios como su Padre.
Jesús en
Caná quiere dar ese vino que parece faltar no tanto en aquellas bodas, sino en
todo el pueblo de Israel y en el mundo: es
el vino de la alegría. ¡Se necesitas del vino en una fiesta de bodas! Jesús
vino precisamente para esto, es decir, para traer abundancia de amor, de
alegría, de paz al mundo con una calidad superior.
"La fraternidad, el vino de la alegría"
El
evangelista nos dice que al ver esa señal los discípulos creen en él. Fe es
confiar, lanzarse y apostar por el Evangelio, apoyándose en experiencias
positivas que nos muestran que la verdadera paz es posible, que el amor vence
al odio y la alegría no ha desaparecido de la tierra y del corazón del hombre.
La fe es decir "sí, estoy en ella... Pongo mi parte de agua en ella
sabiendo que con Jesús puede convertirse en buen vino"
La fe es
la de María, que aquí más que nunca es modelo de la Iglesia y de cada
cristiano. María no permanece indiferente ante una carencia y la señala sin
esperar nada (“no tienen vino”). Se
lo dice a Jesús porque confía que en él, aunque no sepa cómo, está la solución.
María pronuncia entonces aquella frase que resume el corazón del anuncio
cristiano: “Hagan todo lo que Él les diga”
¡Esto es creer en el evangelio!
Es lindo
partir, con este texto, el nuevo tiempo ordinario que nos regala la iglesia.
Nos recuerda que la vida cotidiana es el tiempo para experimentar la gratuidad
de Dios, de su presencia, del soplo poderoso y delicado del Espíritu. Hay un
“buen vino” para todos también para aquellos que están convencidos de que no se
lo merecen y que ven su fe insegura y tambaleante. ¡Hay vino bueno para todos!
Sigamos,
pues, el consejo de María: "Hagan todo lo que Él les diga".
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