Escucha… y Ama.
Evangelio: Mc.
12,20-31
Saliendo de
Jericó, Jesús encuentra al ciego Bartimeo que pide con toda su fuerza que “tenga piedad de él” diciéndole: “Maestro, que yo
pueda ver” (Mc 10,31). Esto, en seguida, comenzó a ver y lo siguió por el camino.
Continuando su peregrinación, entra en Jerusalén y cumple varios signos proféticos
(por ejemplo la purificación del templo) que provoca mucha tensión con las
autoridades religiosas.
Un maestro de
la ley se acerca a Jesús para preguntarle sobre un tema importante para los líderes
religiosos: “¿Cuál es el primero de los mandamientos?” (Mc 12,25). Se trataba de elegir
uno de los 613 mandamientos y no podía ser fácil. Jesús le contesta con mucha
claridad apuntado sobre lo esencial de toda la Biblia: “«Escucha, Israel: el Señor nuestro Dios
es el único Señor; y tu amarás al Señor, tu Dios con todo tu corazón y con toda
tu alma, con todo tu espíritu y con todas tus fuerzas» Es segundo es: «Amarás a
tu prójimo como a ti mismo»” (Mc 12,20-31)
"Escucha Israel: El Señor nuestro Dios es el único Señor". |
Antes de “amar” Jesús
recuerda que existe el verbo “escuchar” que abre el corazón y el oído a lo que
Dios es y lo que quiere decir. El es el “único” que sabe amar de verdad y es el
origen del amor. El hombre que escucha a Dios va a entender que es amado; por
ser amado recibe la capacidad de amar.
San Francisco
hizo la profunda experiencia de ser amado por el Dios que es Bueno,
Misericordioso, que entrega a su Hijo Jesús para mostrarnos hasta donde llega
su amor. El llora y dice a todos que el AMOR NO ES AMADO. Un día contemplando este amor,
ora así: “Te suplico, Señor, que la fuerza abrasadora y dulce de tu amor absorba de
tal modo mi mente que la separe de todas las cosas que hay debajo del cielo,
para que yo muera por amor de tu amor, ya que por amor de mi amor tú te
dignaste morir” (FF, n. 277).
Escuchando y mirando a Jesús entendemos cuánto y cómo nos ama Dios. Además cuál es la manera correcta de
amar. En la vida de Jesús, hacer la voluntad del Padre pasa por hacer de la
vida una entrega de amor a los hermanos, si fuera necesario hasta la donación
total de uno mismo. Así, en la perspectiva de Jesús, “amor a Dios” y “amor a los hermanos” están
íntimamente interconectados. No son dos mandamientos distintos, sino dos caras
de una misma moneda. “Amar a Dios” es cumplir su proyecto de amor, que se concreta en la solidaridad, el
compartir, el servicio, la donación de la vida a los hermanos. Las palabras “como a uno
mismo” no significan especie de condición, sino que es preciso amar totalmente,
de todo corazón.
"Amar a Dios, a uno mismo y a los demás" |
El Evangelio
de este domingo pone las cosas en su lugar: lo esencial es el amor a Dios y el
amor a los hermanos. En esto se resume toda la revelación de Dios y su
propuesta de vida plena y definitiva para los hombres. Francisco entró en esta lógica
del amor de Dios que se extiende, crece y envuelve a todos. Amamos porque Dios nos amó el primero,
amamos a los demás porque son amados por Él y son un don para nosotros.
Gracias Señor
por amarme y gracias por darme la capacidad de amar.
Fray
Augustín BUDAU OFM Conv.