Domingo
XXXIII – T.O. Año A.
Evangelio:
Mateo 25, 14 – 30
El Texto evangélico de este domingo nos ofrece la
conocida parábola llamada de los talentos; es un texto tan conocido que la
palabra talento,
que en tiempo de Jesús era una medita económica, ha pasado en el lenguaje
común de hoy a indicar dones o cualidades, pero el sentido del texto nos invita a
ir más allá de una mirada a las cualidades naturales de cada persona, para
acoger el don de Dios: Jesucristo.
La Parábola de los talentos hace parte del V° Sermón
en que se divide el evangelio de Mateo y se coloca entre la parábola de las Diez Vírgenes
que hemos escuchado el domingo pasado, y la parábola del Juicio Final que
escucharemos el próximo domingo. Las tres parábolas nos hablan del adviento del
Reino. La parábola de las Diez
Vírgenes insiste sobre la vigilancia: el reino de Dios puede llegar de un
momento a otro. La parábola de los Talentos orienta sobre el crecimiento del
Reino: el reino crece cuando usamos los bienes recibidos para servir. La
parábola del Juicio Final enseña como tomar posesión del Reino: el Reino es
acogido cuando se acoge a los pequeños.
Vamos a ver ahora algunos elementos de la parábola que
acentúa el evangelista Mateo.
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En respuesta
a la pasividad de sus comunidades el evangelista resalta la actividad de los
dos empleados y la actitud inoperante del tercero. Mateo quiere exhortar a la
Iglesia a vivir el presente en una fidelidad activa y creativa, como
preparación para el juicio final para que no se deje vencer por la
comodidad y la rutina, y la motivación
es muy clara: la recompensa que el dueño da a los dos empleados es la
salvación, simbolizada en la alegría de la convivencia con el Señor, una mayor
intimidad en la vida del amo, y el castigo por el empleado que no trabajó será
la exclusión del Reino.
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No hay
diferencia entre aquéllos que reciben más y aquéllos que reciben menos. Todos
reciben según su capacidad, lo que importa es que el don se ponga al servicio
del Reino. La clave principal de la parábola entonces no consiste en producir
talentos, sino que indica el modo en que se necesita vivir nuestra relación con
Dios. Los primeros dos servidores con naturalidad, sin buscar ninguna clase de
merito para ellos, comenzaron a trabajar, para que el don recibido fructifique.
Sin duda se arriesgan, tomaron decisiones audaces, se atrevieron a los cambios,
buscaron…los movía el deseo de responder a la confianza recibida y ser fieles a
su amo. El tercer servidor que solo devolvió el talento recibido tuvo miedo, no
quiso arriesgar nada, quiso cuidarse y simplemente custodiar lo que había
recibido; al final pareciera que nada ha ganado y nada ha perdido; sin embargo
lo pierde a todo, precisamente para ser “bueno para nada”. El reino es riesgo.
¡Quién no quiere correr riesgo, pierde el Reino! Dos actitudes entonces: de
quienes transmiten lo que han recibido de Dios y de aquellos que guardan para
sí lo que el Señor quiso darles.
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El amo manda quitar el talento al
tercer servidor y darlo al que ya tiene: "Porque
a todo el que tiene se le dará y le sobrará; pero al que no tiene, aun lo que
tiene se le quitará". Aquí está
la clave que lo aclara todo. En realidad los talentos "el dinero del amo" los bienes del
Reino, son el amor, el servicio, el compartir, el don gratuito. Talento es todo
lo que hace crecer la comunidad y que revela la presencia de Dios. Cuando
alguien se encierra en sí mismo por miedo de perder lo poco que
tiene, pierde hasta lo poco que tiene, porque el amor
muere, se debilita la justicia, desaparece el compartir. De lo contrario la
persona que no piensa en sí y se da a los demás, crece y recibe
sorprendentemente todo lo que ha dado y mucho más.
Fray Fabio Mazzini OFM Conv.
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