El
santo de Asís deseaba ver concretamente la pobreza del Niño Dios y así escribe
su biógrafo, el Celano, relatando este hecho: “Unos quince días antes de la Navidad
del Señor, el bienaventurado Francisco le llamó, como solía hacerlo con
frecuencia, y le dijo: «Si quieres que celebremos en Greccio esta fiesta del
Señor, date prisa en ir allá y prepara prontamente lo que te voy a indicar.
Deseo celebrar la memoria del niño que nació en Belén y quiero contemplar de alguna
manera con mis ojos lo que sufrió en su invalidez de niño, cómo fue reclinado
en el pesebre y cómo fue colocado sobre heno entre el buey y el asno». En cuanto
oyó esto, el hombre bueno y fiel, corrió presto y preparó en el lugar señalado todo
lo que el Santo le había indicado.”
También el papa Francisco, el 1
de diciembre de este año, nos regaló una linda carta sobre el pesebre: http://w2.vatican.va/content/francesco/es/apost_letters/documents/papa-francesco-lettera-ap_20191201_admirabile-signum.html)
invitando a realizar en nuestras casas, un lindo nacimiento, instrumento que
nos ayudará a entrar en este misterio de la humildad de Dios.
Pensando en la experiencia de san
Francisco, que deseaba contemplar la pobreza del Niño Dios y movido por las
palabras del papa Francisco, deseo subrayar para todos nosotros, la importancia
y la belleza de valorar el pesebre, e invitarlos a reflexionar un rato en este acontecimiento tan grande y
tierno.
Lo que deseo compartir con ustedes
son dos realidades: la primera, me
conmueve pensar que el Hijo de Dios nació en un establo, el príncipe de la paz,
el Dios fuerte y eterno se hace pequeño, débil, frágil como un niño en un
establo. Creo que Jesús desea nacer también hoy en nuestros establos (lugar no
muy limpio, decoroso, y perfumado); en realidad todos tenemos en nuestro
interior un pequeño establo, un lugar donde no deseamos que ninguno visite porque
no es el más lindo, y no lo deseamos mostrar a nadie. En realidad, Dios quiere
visitarnos allí donde no está la luz,
para entregarnos su luz; el Señor desea nacer en el lugar más sucio que tenemos
para hacerlo resplandeciente. Dejemos que Jesús nazca en nuestro corazón pobre
y débil, Él lo hará fuerte y rico.
El segundo punto de reflexión es, como
este Niño que recién ha nacido, tiene dos fuerzas en si mismo, una que atrae y
otra que empuja. Me gusta pensar en los pastores, los reyes magos, atraídos por
este Niño, atraídos para adorarlo, para alabarlo, para darle homenaje con sus
regalos. Dios siempre atrae a sí mismo nos atrae a todos para estar con él y
gozar de su paz, de su luz, de su bendición. Y me gusta ver cómo una vez de
haber gozado de la presencia de Dios, los pastores, lo sabios de Oriente,
regresan a sus hogares y quehaceres. En realidad son los mismos pero distintos,
tienen ganas de anunciar, de proclamar, se puede decir que se transformaron en
concreto, ahora son testigos y misioneros de las maravillas que Dios les ha
manifestado.
La
invitación de seguir al Señor, llega hoy también a nosotros que creemos en él y
celebramos con fe y devoción la Navidad! El Señor nos invita a ser como los
pastores y los reyes magos, a no tener miedo, a ser valientes y entregarnos
totalmente al Señor; el necesita de nosotros como dice san Alberto Hurtado: “Jesús
te dice: necesito de ti… No te obligo, pero
necesito de ti para realizar mis planes de amor. Si tú no vienes, una obra que
sólo tú puedes realizar quedará sin hacerse. Nadie puede tomar esa obra, porque
cada uno tiene su parte de bien que realizar.”
En esta
misma dirección son las palabras que deseo dejarles y que son una linda oración
de santa Teresa de Ávila: “Cristo no tiene otro cuerpo sino el tuyo, no tiene manos ni pies sobre la tierra sino los tuyos, tuyos son los ojos con los
cuales el mira este mundo con compasión, tuyos son los pies con los cuales camina para hacer el bien, tuyas son las
manos con las cuales bendice todo este mundo.
Tuyas son las manos, tuyos
son los pies, tuyos son los ojos, tú eres su cuerpo”.
¡Feliz
Navidad!
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