martes, 26 de junio de 2018

SAN ANTONIO DE PADUA

Basílica de San Antonio en Padua

Un peregrino inquieto siempre en búsqueda de la voluntad del Señor.

En este mes de junio hemos recordado la fiesta de San Antonio de Padua (13 de junio) y en nuestros conventos de Chile, hemos vivido momentos lindos y profundos de oración y de celebración con los niños, con los enfermos, con los ancianos. Se puede decir que Fernando-Antonio en su vida terrena fue un peregrino y forastero.

San Antonio de Padua

Fernando (este era al nombre de pila de san Antonio) nació en Lisboa 1195 primogénito de una familia noble y rica. Sus padres lo encaminaron hacia el estudio y hacia el arte de la guerra, porque deseaban que fuese un caballero como todos los varones de su familia. Pero en la vida de palacio, Fernando no era feliz, y no encontraba lo que deseaba para su vida.
Decidió más o menos a la edad de 16 años (1210),  buscar su realización en un monasterio de Lisboa con los Canónicos regulares de san Agustín , pero en el estudio de la ciencia algo le faltaba,  y con esta inquietud pidió de ser trasladado a otro monasterio cerca de Coímbra. En este lugar recibió el sacerdocio y por seis años vivió allí. Pero tampoco ahí se sentía tranquilo, en paz.

Procesión de la estatua de San Antonio
animada por Pastoral Juvenil en Curicó
Cuando, corría el año 1219 Fernando encontró a los frailes menores de paso por  Portugal para irse a Marruecos como misioneros, y le gustó este testimonio de vida sencilla y pobre de los hermanos francisanos y pensó que podría ser feliz también él, y así encontrar al Señor en tierra misionera. Dejó la vida silenciosa y de estudio del monasterio y recibió el hábito franciscano con el nombre de Antonio. Se fue a Marruecos para misionar, pero se enfermó y tuvo que regresar. Su vida misionera duró nada más que seis meses. ¡Podemos decir, otro fracaso para Antonio! Y podemos decir que podía entender lo que el Señor soñaba y deseaba con él.

En el 1221 se encuentra con el hermano Francisco en Asís en el capítulo de las esteras y la voluntad del Señor lo conduce  entonces hacia un Eremitorio en el norte de Italia por dos años, este es un tiempo donde Antonio purifica su corazón, se deja plasmar con el Espíritu del Señor. Cree que su vocación es aquella de vivir en soledad y retirado del mundo haciendo los trabajos más humildes, rezando y contemplando. Pero el Señor tiene otro plan para Antonio y un día le toca hacer una homilía para la ordenación sacerdotal de algunos  frailes. El sermón que dio fue lleno de fervor de sabiduría y esperezó toda su vida interior, su fe, su profundo conocimiento aprendido en los años de su formación con los Monjes Agustinos.  Los frailes que lo escucharon quedaron  maravillados por toda su inteligencia y su sabiduría y después de algunos meses , por su sabiduría y vida interior lo eligieron Provincial del norte Italia.

Representación de la muerte de San Antonio
por Pastoral Bautismal de Santiago
Comenzó para Antonio otro momento de  peregrinación. Su vida se transformó; y desde una vida retirada en un eremitorio comenzó un tiempo de peregrinación y de anuncio de la Buena Nueva del Señor en muchas ciudades de Italia y de Francia. Enseñaba teología en las universidades, predicaba en las plazas, lo llamaron a hablar a obispos cardinales. También el Papa deseó escuchar su voz, su sabiduría. En su vida nunca olvido a los pobres y a los oprimidos de su tiempo, un gran defensor de la justicia, de los niños de las mujeres. ¡Pero el Señor no se revelaba en plenitud y Antonio seguía buscando el rostro del Señor!  


La muerte de San Antonio
Podemos preguntarnos: ¿en su vida Antonio encontró el rostro del Señor? Sabemos por los biógrafos de Antonio que  algunos minutos antes de morir dijo: Veo a mi Señor. Bonito pensar que la vida de Antonio fue una inquieta peregrinación: buscó a su Señor en la vida noble de su familia, después con los monjes, dejando todo para irse a Marruecos como misionero en tierra africana y… no encontró al Señor, solamente fracasos de sus sueños! Después lo buscó en el eremitorio, en la predicación y en la ciencia, sirviendo a los pobres y  tampoco lo encontró, muchos otros fracasos. 

Solo al final de su vida en el 1231 el Señor se muestra en toda su magnificencia, en todo su esplendor y belleza; y Antonio puede decir con claridad: ahora sí que veo a mi Señor. 

Creo que también cada uno de nosotros, y en manera particular los jóvenes tienen en su corazón el deseo de ver al Señor y de hacer su voluntad. Pedimos por intercesión de san Antonio la capacidad de buscar con valentía siempre el rostro del Señor, de poder hacer siempre su voluntad, pedimos la capacidad de ser peregrinos y forasteros en este mundo para llegar al final de nuestra vida y decir, también nosotros, como san Antonio veo a mi Señor. 

Un testimonio lindo y bonito de vida plena y gozosa. Atrévete joven a seguir al Señor,  a buscar su rostro, entregándote totalmente a Dios y  a los pobres como san Antonio.

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