martes, 17 de marzo de 2020

Misión de Verano 2020 (II)

“Quiero ser Evangelio viviente…”

Los pies de los jóvenes misioneros franciscanos
Las palabras de la canción “Francisco Evangelio viviente” son los que los jóvenes misioneros franciscanos de Copiapó, Santiago y Curicó vivimos durante diez días en la misión de Capitán Pastene – Lumaco 2020. En esta misión, 54 jóvenes, adultos y 5 frailes de las tres ciudades nos embarcamos en un viaje de encuentro con Cristo en esta localidad de la región de la Araucanía desde el día 7 de Febrero hasta el 17 del mismo mes y nuestro lema fue “La vida no queremos balconear, un Dios de amor venimos a anunciar”.

Visita a las comunidades
La misión 2020 tiene un sabor distinto a otras misiones que he participado, como misionera hace aproximadamente 6 años, me hace pensar y sentir que este encuentro con Cristo fue mucho más profundo; puesto que observaba como el grupo de misionero se sentía muy acogido por la comunidad, que ellos siguiendo el ejemplo de Jesús con este carisma franciscano, se sentían entregados a todo aquel que requería su ayuda, ya sea para cortar las ramas de un árbol porque la familia no podía o simplemente acompañando a las personas que desde hace mucho vivían solas y que el encuentro con ellos era un encuentro con Cristo.

Los misioneros saltando de alegría.
Me llena de emoción ver que generamos un impacto en la comunidad, en ver a una señora que era bastante mayor jugando feliz con los misioneros porque sentía el gozo de tener a Jesús en su corazón y se contagiaba con el resto. Igualmente, a modo de comunidad franciscana fuimos creciendo, porque en este tiempo juntos fuimos notando el cómo hemos ido evolucionando, que tenemos hermanos menores nuevos que debemos seguir guiando y que nuestros hermanos que llevan mucho tiempo en esta familia franciscana son capaces de acogerlos y de crear este solo cuerpo que a veces uno no imagina que está presente, pero que lo estaba al momento de comer juntos, de crear fraternidad, de preocuparse del otro cuando estaba enfermo o simplemente darnos ánimo cuando el cansancio nos vencía. Son los momentos en que Dios nos acompañaba y que nosotros nos abandonábamos en él para poder seguir sus caminos.

Las tres comunidades se hicieron
una sola comunidad y familia franciscana
Sin duda alguna puedo decir que cada una de las personas que vivió esta misión se entregó por completo a ella. Como se dice en el evangelio, los jóvenes dieron su vida por Dios y ganaron el cariño de una comunidad, pues ellos dejando sus vacaciones, sus comodidades y sus familias, decidieron embarcarse en este viaje que requería una entrega completa y que al final ganamos una familia franciscana donde cada uno sabe que es miembro de ella. Esperamos que cada comunidad  pueda transmitir en su ciudad la alegría del encuentro con Cristo que cada uno pudo vivir.

Barbara Stuardo
Misionera Santiaguina

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