martes, 5 de diciembre de 2017

Desde Noviciado común en Colombia: La vida Fraterna(3)

La vida en el noviciado es todo menos aburrida. Nuestro día está organizado alrededor de los tiempos comunitarios de oración, tal y como lo quería nuestro padre Francisco: “…no apaguen el espíritu de la santa oración y devoción, a cuyo servicio deben estar las demás cosas temporales” (Regla bulada 5). Hay espacios para las clases comunitarias y el estudio personal, para la meditación individual, para el aseo, el trabajo manual, el deporte, la música, la cocina… y por supuesto, el recreo fraterno. Y contrario a lo que muchos pueden pensar, no vivimos aislados del mundo. Aunque ciertamente sí aprendemos a disfrutar del silencio y a alejarnos del uso excesivo de los medios de comunicación (que pueden convertirse en un obstáculo para la vivencia de nuestra unión con Dios y con los hermanos), también tenemos la oportunidad de compartir con los fieles que asisten a la eucaristía en la capilla del convento, salimos de vez en cuando a divertirnos, a estudiar, a hacer diligencias o a actividades litúrgicas.
Además, hemos tenido la alegría de contar con la visita de frailes de otros países que han venido a compartir con nosotros sus experiencias y su sabiduría. Ha sido la oportunidad perfecta de vivenciar lo que pide san Francisco de Asís en la regla: “Y dondequiera que estén y se encuentren unos con otros los hermanos, condúzcanse mutuamente con familiaridad entre sí” (Regla bulada 6). De hecho, hace pocos días contamos con la presencia de fray Tullio Pastorelli, un hermano italiano que desde hace muchos años vive su misión en Chile. 
Fray Tullio compartió con nosotros un taller de franciscanismo, en el que estudiamos algunos temas fundamentales de nuestra espiritualidad: la Palabra de Dios, la Eucaristía, la fraternidad y la creación. Estos encuentros formativos nos permitieron ahondar en estas temáticas desde un punto de vista netamente franciscano. Pero más que por la profundidad y pertinencia de las clases, recordaremos estos días por la alegría de conocer un hermano, que con su testimonio de vida nos ha mostrado que es posible vivir este ideal de forma radical y al mismo tiempo ser verdaderamente felices conservando nuestra propia esencia.
Le damos gracias a Dios por el don de los hermanos y por el don de la vocación a la vida franciscana conventual. Constantemente le pedimos que siga regalándonos la gracia para que seamos dóciles a las inspiraciones del Espíritu, y que de ese modo podamos hacer en nosotros su santa voluntad. Y pedimos a María Inmaculada, patrona de la Orden, que interceda por estos novicios que se preparan para hacer sus primeros votos.

¡Que el Señor les dé la paz!

Fray Andrés Quesada Soto
Novicio de Costa Rica

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